El novillero Ángel Sánchez protagonizó una soberbia faena en el festejo de ayer en Las Ventas, que pudo haber sido de dos orejas si no llega a fallar estrepitosamente con la espada, en una tarde marcada también por la dramática y gravísima cogida de García Navarrete.

En la enfermería fue intervenido García Navarrete de: «dos cornadas, una en región cervical derecha, con dos trayectorias, una hacia arriba de 15 centímetros que bordea la glándula parótida alcanzando ángulo de la mandíbula, y otra de 10 que alcanza en suelo de la boca y base de la lengua». «Otra más en tercio distal del muslo derecho con trayectoria hacia atrás, que rodea cada interna de fémur, alcanzando región poplítea y que contusiona paquete vasculo nervioso y nervio ciático produciendo destrozos en músculo vasto interno. Fractura de clavícula izquierda, y erosiones y contusiones múltiples. Pronóstico grave».

Hasta el quinto novillo la función estaba marcada por la tremenda cogida de García Navarrete al entrar a matar al complicado y orientado tercero, con el que no pudo pasar de voluntarioso. El animal se lo llevó por delante en el momento del embroque y, una vez en el suelo, hizo presa con él zarandeándole como un guiñapo en lo que fue una secuencia de lo más espeluznante, hiriéndole en el cuello y en el muslo, entre otras lesiones.

Pero con el quinto cambió el panorama. Fue éste utrero de La Quinta de tanta clase como temple en sus dulcísimas y cadenciosas embestidas por el pitón izquierdo; y frente a él, un torero en mayúsculas: Ángel Sánchez, que bordó el toreo al natural demostrando que, tiene mimbres para llegar a ser figurón del toreo. Fue una faena maciza de principio a fin, pues ya con el capote demostró muy buen estilo el madrileño, que inició faena con unos torerísimos doblones.

Entre las rayas y perfectamente colocado surgió una primera tanda con la zocata de puro escalofrío por lo templado, lo hondo y embraguetado que se mostró. Todo por abajo, limpio y, sobre todo, despacio, llevándoselo (al novillo) a cámara lenta hasta muy atrás, sintiéndose y haciendo sentir a una plaza que crujió como pocas veces con otras tres series más de auténtico frenesí.

Qué manera de torear. Pureza por los cuatro costados. Todos los apelativos se quedan cortos para describir lo magníficamente bien que estuvo Sánchez, que, por si fuera poco, no se amontonó nunca, todo lo contrario, lo hizo todo con perfecta medición.

Tenía las dos orejas en la mano pero la espada, ¡ay la espada!, se cruzó entre él y la gloria que conduce directo a la calle de Alcalá. La ovación compartida con el novillo fue atronadora, igual que el clamor de toda la plaza en la vuelta al ruedo que dio con una sonrisa de oreja a oreja, a sabiendas que lo realizado le va a servir, y mucho, para el futuro, el cual tiene en sus manos si sigue por este camino.

La espada le impidió también haber cortado una oreja de su primero, un sobrero complicado de San Martín, que, tras arrollar al subalterno Fernando Téllez, no le puso las cosas fáciles a Sánchez en la muleta, muy reservón y midiendo también una barbaridad.Pero lejos de achicarse, el joven debutante respondió con una serenidad, una firmeza, un aguante y unos arrestos, que, de haber manejado con acierto la tizona, le hubiera puesto en sus manos un más que merecido trofeo.

El primer espada, el venezolano Manolo Vanegas, demostró que anda muy puesto, se le ve muy fácil y con notable soltura en la cara de sus oponentes. Realizó tres faenas de lo más correctas, nada que reprocharle, pero le falta algo, alma, para que lo que realiza en el ruedo trascienda más y mejor a los tendidos.