Toros de Puerto de San Lorenzo (1º y 3º con el hierro de La Ventana del Puerto), bien presentados, aunque desiguales de volúmenes y alzadas. De juego también dispar, los hubo desrazados y sin celo, frente a toros con movilidad y sin mucha entrega. El mejor, con diferencia, fue el tercero, que se empleó con mayor celo y clase.

Emilio de Justo, verde esmeralda y oro: estocada (oreja), estocada (oreja); y pinchazo, estocada delantera atravesada y descabello (silencio en el que mató por Marín).

Román, de espuma de mar y plata: estocada atravesada que asoma y descabello (ovación tras aviso); dos pinchazos, estocada y descabello (silencio tras aviso).

Ginés Marín, de purísima y oro: media trasera y descabello (vuelta al ruedo tras petición en el único que mató).

Entre las cuadrillas, destacó picando Mario Benítez al cuarto, con el que saludaron en banderillas Ángel Gómez y Pérez Valcárcel. En el sexto lo hicieron El Fini y Manuel Izquierdo.

Marín fue intervenido en la enfermería de "herida en la región mandibular derecha, con una trayectoria ascendente de 5 cms., que produce destrozos en músculo masetero y contunde parótida y nervio facial. Pronóstico reservado".

La plaza registró más de tres cuartos de entrada (16.827 espectadores, según la empresa).

El torero cacereño Emilio de Justo salió ayer a hombros por la codiciada Puerta Grande de Las Ventas tras rematar sus faenas con dos soberbias estocadas que, más allá de otros méritos, le valieron sendas orejas. De Justo, que reaparecía de un grave percance sufrido hace apenas una semana y tras el reciente fallecimiento de su padre, tuvo una actuación decidida y firme con los dos toros de su lote, pero fue con el acero con el que consiguió la unanimidad. El primero no acabó nunca de entregarse ni de emplearse, a pesar de una aparente movilidad que fue el asidero al que se agarró el cacereño para ligarle muletazos ajustados. De Justo fue asentándose hasta que llegó esa guinda que disipaba toda duda: una estocada cobrada por derecho, con perfección y contundencia, que tiró al de Puerto de San Lorenzo sin puntilla. Solo por eso, la oreja fue indiscutible. Buscó la segunda, la que le abriera la Puerta Grande, Emilio de Justo con el cuarto. De nuevo logró poner a todos de acuerdo con otra estocada hasta la bola de limpia y perfecta ejecución, pasando el pitón con rectitud y gallardía, para cortar así ese segundo trofeo que le valió su primera salida a hombros de Las Ventas. La cara amarga de la corrida fue para Ginés Marín, al que el último toro, sin raza y rebrincado, soltó un seco navajazo en el rostro cuando apenas comenzaba la faena de muleta. Trasladado a la enfermería, el joven diestro de Badajoz se quedó sin opción de mejorar la impresión que había dejado con el tercero. También Román resultó aparatosamente volteado por el segundo, un toro bajo de raza que le prendió en un descuido y, ya en el suelo, le propinó una auténtica paliza, de la que salió afortunadamente sin cornada.