El mano a mano entre Sebastián Castella y Emilio de Justo, con toros de Adolfo Martín, resultó ayer entretenido, sin más, con dos orejas para cada matador en una tarde que había despertado mucha expectación y que, si bien no defraudó, tampoco pasará a la historia como el gran duelo que se esperaba. Y no lo fue porque faltaron ingredientes, principalmente en los astados, que no transmitieron lo suficiente y apenas se entregaron en las telas para hacer grandes faenas.

A Castella le tocó en suerte un primero con el que tuvo que echar imaginación para sacarle algo de provecho. Estuvo acertado con el acero y eso le valió una oreja. En el último de su lote logró otra oreja. De Justo dejó pinceladas de un toreo de gusto y mucho temple, aunque sus toros tampoco colaboraron lo suficiente para lograr el objetivo de la puerta grande.