Ganado: seis toros de Victorino Martín, de buena presencia, muy en tipo de esta casa ganadera, y de juego desigual. Fue muy bueno el quinto.

Manuel Jesús ‘El Cid’: estocada (silencio); y pinchazo, media y descabello (silencio).

Rubén Pinar: media y descabello (oreja); y estocada (dos orejas).

José Garrido: estocada y dos descabellos (ovación tras aviso); tres pinchazos y estocada (silencio tras aviso).

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El diestro Rubén Pinar ofreció ayer una importante tarde con la corrida de Victorino Martín, que hacía la segunda de la feria de Burgos, a la que cortó tres orejas con mucha suficiencia, lo que le permitió salir a hombros. Pinar ya mostró mucha capacidad y, sobre todo, suficiencia con su primero, un victorino que no regaló nada, siempre al acecho, echando la cara arriba al final de cada muletazo, pero con mucha transmisión. El buen oficio del albaceteño, su consabida técnica, fueron cruciales para, primero hacerle corregir los errores, y después para acabar pegándole pases de notable mérito. El secreto era esperarlo, consentirlo, hacerlo todo a su favor y no violentarle de más. Exactamente eso fue lo que le hizo Pinar en todo momento, de ahí que, tras la estocada, cortara una oreja.

Pero lo bueno llegaría en el quinto, el mejor toro de la corrida, al que Pinar toreó de maravilla por el lado derecho a lo largo de una faena templada, de muy buena firma y hasta rotunda. La gente disfrutó con el toreo del de Tobarra, que estuvo francamente bien con ese victorino, al que apenas tocó por el izquierdo. La estocada volvió a ser su aliada, lo que dio paso a la petición del doble trofeo que el palco acabó concediendo.

El Cid pasó de puntillas con un primero insulso, sin raza ni fondo para tirar para adelante. Y para ahondar en su mala suerte, el cuarto fue otro toro muy deslucido, prácticamente idéntico al otro. El sevillano, que se despedía de la afición burgalesa, no le quedó otra que tirar por la calle del medio entre claros gestos de contrariedad y decepción.

Garrido se las vio en primer lugar con un victorino que se desplazó con importancia en las primeras tandas por el derecho pero enseguida se vino muy a menos. El extremeño anduvo dispuesto con él en una labor que fue diluyéndose a medida que el animal entregaba también la cuchara. El sexto fue un toro exigente y complicado con el que Garrido hizo el esfuerzo pero sin acabar de encontrar tampoco las teclas oportunas para imponerse a la situación. Mal también con la espada, acabó silenciado tras recibir un recado presidencial.