2ª de abono: Los Califas. Tres cuartos de entrada en tarde agradable.

Ganadería: Toros de Zalduendo, solo aceptables de presentación, aunque también con alguna desigualdad entre sí, y de pobre juego. Encierro descastado y sin fuerzas, con ejemplares blandos, parados y deslucidos.

José A. Morante 'Morante de la Puebla: Pinchazo y estocada (saludos), y tres pinchazos, estocada caída y descabello (bronca).

José María Manzanares: Estocada (saludos), y estocada y dos descabellos (ovación).

Andrés Roca Rey: Dos pinchazos y estocada baja (ovación), y estocada y dos descabellos (oreja).

Cuadrillas: Bien con los palos Rafael Rosa en el segundo y Francisco Gómez en el sexto.

Una más y una menos. La de ayer, otra corrida de toros sin toros. ¡Cuántas veces la misma crónica! Otro festejo vacío, ayuno de emoción. Menudo espectáculo, de mucha desesperación y no pocos bostezos. Un petardo por momentos. Principales culpables, los ejemplares de Zalduendo. El encierro, en conjunto, descastado y sin fuerzas, pero también deslucido, parado, soso... Animales insulsos hasta decir basta. Uno tras otro dando al traste con la corrida estrella. Así es que cuando Roca Rey metió la espada a la primera en el sexto, después de una faena entregada que en medio de la nada pareció más de lo que fue, la plaza lanzó un rugido de satisfacción. Era la tabla de salvación. La oreja redentora. La justificación de la tarde. Y aun así, nada para el recuerdo y mucho para el olvido.

Lo cierto es que Roca Rey, con el público a favor, puso bastante de su parte en los dos de su lote. Lo hizo en su primero, animal soso y rajadito, al que le dio mucha y variada capa. Por ejemplo, en el recibo, donde llegaron más las chicuelinas, o en el quite, con afarolados, pero nada del otro mundo. Ya con la muleta, uno de sus clásicos comienzos de faena con pases cambiados por la espalda para calentar al tendido y, a continuación, derechazos obligando al toro, bajando la mano. Pero no había enemigo. Protestón primero, luego se desentendió, sin aportar nada. Todo eso en una faena larga que no terminó de explotar, con el zalduendo desluciendo el conjunto. Y además tampoco el torero estuvo fino con los aceros, quedando todo en una cariñosa ovación.

En el sexto, dicho queda, vino la oreja, la única de la tarde. Aquí, a diferencia del anterior, nada de capote. Todo quedaba, pues, pendiente de la muleta. Y ahí es donde se metió al tendido en el bolsillo. Este fue otro toro deslucido, muy soso por el izquierdo, y que por el otro pitón se defendió cabeceando, defecto que sorteó el torero con disposición y firmeza. Incluso tiró de él mucho, ajustándoselo por momentos, aguantando las protestas del animal. Una serie de derechazos avanzada la faena fue lo mejor, aunque a partir de ahí ya no fue tanto. Más periférico primero, luego apostó por los circulares invertidos y las cercanías. También las manoletinas en el centro del ruedo, con el toro definitivamente rajado y el hombre mirando al tendido para buscar su complicidad. Eso y una estocada a la primera, aunque tuviera que emplear el descabello en dos ocasiones, fue suficiente para obtener el trofeo. Al fin, lo suyo pareció un oasis en mitad del desierto, aunque tampoco su presentación en Córdoba pasará a la historia.

Pero, eso sí, Roca Rey estuvo. Otra cosa fue Morante. En su primero, animal sin fuelle ni fuerzas, al que apenas picaron y a pesar de ello blandeó mucho, el de la Puebla estuvo en lo estético, aunque sin terminar de cogerle el aire al toro, a veces más enredado de la cuenta y también molestado por el viento. Al fin, solo un proyecto de faena. Y en el cuarto, ni eso. Con este, que se frenó desde primera hora y que apenas tuvo recorrido, se le vio incómodo desde que se abrió de capa. Tanto que ya con la muleta en las manos no quiso ni verlo. Y por si quedaba alguna duda, sainete al entrar a matar alargando el brazo. La bronca al doblar el animal fue merecida.

Tarde vacía también para Manzanares. El tercero, de escasa fuerza, apenas permitió algo de mimo, y punto. A media altura protestaba y si se le obligaba perdía las manos. Además, cada vez más apagado. Nada pasó porque nada había salido de chiqueros. Y en el quinto, otro tanto. A este le costaba una barbaridad pasar y cuando lo hacía era al paso y defendiéndose. Estuvo Manzanares insistente, pero sin opción nunca al lucimiento. Algún muletazo suave y nula emoción. Hasta ahí. Todo en medio de la desesperación del público y el bostezo generalizado. Insufrible tarde de toros sin toros. Una más y una menos.