El viento fue un molesto compañero de viaje, en esta función de largo recorrido, que sobrepasó las tres horas de duración, ante los desangelados tendidos del coso del paseo de Zorrilla. Ferrera se estiró, con más facilidad que lucimiento, a la verónica, eso sí abrochando con una arrebujada media. Aplomado y rebrincado llegó el jabonero segundo a la muleta. Porfía en vano el extremeño con el descastado y aplomado toro que se echó varias veces durante la faena. Deficiente con la tizona. Se picó trasero al quinto, que esperó y apretó en banderillas. Se desplazó con recorrido y transmisión Caribeño en la muleta. Jugó a la perfección el diestro con tiempos, distancias y alturas, todo ello en las rayas. Lo pulseó, en una faena casi integra al natural, firmando un conjunto de bella factura, preñado de torería y naturalidad. Acortó distancias a medida que languideció el empuje de Caribeño. Preciosos los ayudados a modo de broche. Estocada caída tras pinchar.

A juzgar por las voces pareció una plaza de abastos la lidia del que abría plaza, primero del lote de Padilla. Molieron a capotazos al animal. Tras un farragoso tercio de banderillas, compartido con Antonio Ferrera, Iniciado llegó fundido al último tercio. Sin opciones, un precavido Padilla lo intentó en el tercio. Contundente espadazo contrario. Animoso y variado anduvo Padilla con el capote frente al cuarto, tanto en galleo por chicuelinas como en el posterior quite por faroles. El jerezano inició la faena de rodillas. Después se sucedieron las voces y trallazos. La buena condición de Jaranero pedía otro trato. El castaño tuvo nobleza y recorrido en su embestida por ambos pitones. Un bombón. Labor tan voluntariosa como vulgar, rematada, tras el repertorio pirotécnico marca de la casa, por un espadazo algo desprendido, tras marrar en el primer envite.

Garrido sorteó en primer lugar un manejable sobrero de Hermanos Sampedro, que sustituyó a un claudicante Torrehandilla. El extremeño firmó pasajes estimables sobre la diestra, sin embargo, debido a los interminables tiempos muertos entre tanda y tanda, aquello no terminó arrancar. En el epílogo del trasteo, de excesivo metraje, dio paso al toreo de cercanías en terrenos de tablas. Estocada perpendicular y desprendida en la suerte natural, de súbito efecto. Desarrolló genio el que cerraba función, soltando la cara en cada muletazo. Garrido hizo el esfuerzo para intentar sacar agua de un pozo seco. Por encima de la deslucida condición de Tormenta, tiró de raza en una faena que resultó machacona. Pinchazo hondo.