Ganado: un novillo de María Guiomar de Moura para rejones, soso y remiso. Los matadores de toros despacharon sendos ejemplares de Núñez del Cuvillo, de dispar presentación.

El rejoneador Diego Ventura: oreja.

Morante de la Puebla: ovación.

Miguel Ángel Perera: dos orejas.

Cayetano: ovación.

Pablo Aguado: vuelta al ruedo tras petición.

El novillero Jaime González-Écija: vuelta al ruedo tras petición.

El festival benéfico celebrado ayer en Sevilla logró su principal objetivo: llenar hasta los topes la plaza de la Maestranza, aunque el resultado final del festejo no estuvo a la altura de la expectación levantada y del gran ambiente que se vivió en los tendidos. El festejo se había organizado al poderoso reclamo de dos cofradías de referencia: las de la Esperanza de Triana y El Baratillo, definitivas protagonistas junto a los toreros.

En el aspecto taurino, el festejo no alcanzó las cotas esperadas. Gran parte de culpa la tuvo el juego de algunas reses, aunque también hay que reconocer que otros de los toracos cinqueños enviados por los Núñez del Cuvillo no fueron aprovechados.

Lo más destacado del festejo llegó de la mano de Diego Ventura y Miguel Ángel Perera. El jinete de La Puebla se mostró simplemente magistral, brillando muy por encima del escaso fondo del ejemplar de María Guiomar de Moura que se había preparado para la ocasión. La actuación del rejoneador cigarrero fue apabullante en todas sus fases, aunque a su grandiosa exhibición de toreo a caballo le faltó mejor refrendo con el acero definitivo.

Perera, que había entrado en el festejo sustituyendo a Manzanares, formó el primer lío con el percal Los capotazos a una mano, cambiando el engaño por la espalda hicieron rugir a los tendidos, que vivieron entregados la intensa faena del extremeño desde los tersos y templados muletazos de rodillas con los que abrió fuego hasta la estocada final.Su labor había roto en un circular invertido que prolongó con un cambio de mano. Fue el preludio de una maciza y honda serie diestra que se acabó convirtiendo en un impresionante arrimón en el que tuvo que sortear los pitones.