El diestro sevillano Pablo Aguado, que salió por la Puerta del Príncipe tras cuajar dos deslumbrantes faenas el pasado sábado, marcó las diferencias en una feria de Abril que contó con una masiva asistencia de público y una gran cantidad de toros bravos y de calidad.

Precisamente porque hubo casi una veintena de toros destacados y/o de claro triunfo, y porque la mayoría no fueron aprovechados debidamente por sus matadores, cobra aún más valor ese triunfo de cuatro orejas de Aguado, logrado sobre la base del toreo más clásico y puro, en contraste con la actitud de algunos toreros en boga.

La calidad, el temple, la naturalidad y la trascendente expresión del sevillano removieron los cimientos y el sentimiento del público de una de las cunas del toreo, como es la Maestraza de Sevilla, y marcaron el camino y la referencia frente a otros conceptos técnicamente especulativos que maneja un escalafón demasiado acomodado y gastado

En ese sentido, la feria de Sevilla, gracias a ese alto nivel de bravura y calidad del ganado, ha servido también para poner en evidencia la necesidad urgente de una profunda renovación en los carteles, en tanto que las figuras veteranas y más habituales de las ferias se encuentran en fase de franco declive.

Toreros como El Juli -al que se concedieron tres orejas con excesiva indulgencia para lograr su quinta Puerta del Príncipe--, José María Manzanares --que se dejó ir al menos tres toros--, Miguel Ángel Perera, Sebastián Castella, Antonio Ferrera, El Cid, López Simón, Cayetano o El Fandi, incluso con orejas en su casillero pero por debajo de buenos toros- dejaron en el ambiente muchos interrogantes.

En cambio, un grupo de toreros menos considerados por el entramado de grandes empresas taurinas sigue demostrando con los hechos que merece, con todos los avales, entrar en los carteles como necesario y refrescante relevo de ese grupo de figuras demasiado vistas y manidas.

Con Roca Rey a la cabeza, que se llevó un total de tres orejas y ya está consolidado en la primera fila por su regularidad y, sobre todo, por su apabullante tirón en taquilla, esta feria de Abril han gustado más, aun sin trofeos, toreros como Álvaro Lorenzo, Octavio Chacón, Emilio de Justo -muy firme y torero con los victorinos, o Diego Urdiales, sutil y preciosista con los descastados juanpedros.

Fueron precisamente Urdiales y el arrollador Aguado los toreros que, por su mismo palo, lograron sacar de sus casillas a Morante de la Puebla, que vio removido su cómodo trono de artista consagrado y se obligó a reaccionar con raza, pero también con tensión y arrebato, en las tardes en que toreó con estos dos nuevos toreros de sello caro.

Los del resto, hasta completar las dieciseis orejas que se pasearon en las catorce corridas del abono, fueron triunfos menores y de escaso peso, o esfuerzos insuficientes para estar a la altura de esa veintena de toros bravos que salieron al ruedo maestrante.

Es decir, que este año en Sevilla hubo más toros que toreros, por mucho que el público festivo que acudió masivamente a la plaza y dentro de ese contexto feriante, quisiera premiar muchas de esas insuficientes faenas con sobrada generosidad.

Pero también hay que señalar que ese mismo público ha sido también una de las grandes noticias de la feria, porque ha acudido a los tendidos y, aun sin cifras más concretas en la mano, ha superado con creces al de las últimas ediciones del ciclo.