Castilla La Mancha fue la primera comunidad autónoma en financiar, con cargo a su sanidad pública, un sensor que monitoriza en todo momento el nivel de glucosa en tiempo real y en breve la imitará el País Vasco. La Junta de Andalucía, de momento, no costea esta prestación, de forma que la persona con diabetes que decida beneficiarse de este avance tiene que pagar unos 125 euros al mes, pues cada sensor tiene un precio de alrededor de 60 euros y su duración es para dos semanas.

El doctor Rafael Palomares explicó que el sensor se inserta en la piel, normalmente en el antebrazo, mediante una punción sencilla que se realiza el propio paciente. En el interior de la piel permanece un filamento muy pequeño y no doloroso, que mide la glucosa cada 5 minutos durante el tiempo que se lleve puesto y transmite estos resultados a un receptor, que puede ser una bomba de insulina, un lector tipo glucómetro o un teléfono móvil.

En estos receptores se recibe la información de las cifras de glucosa del paciente de forma continua y su tendencia, lo que permite mejores ajustes del tratamiento de las personas con diabetes, pues conocen en todo momento cómo se encuentran sin necesidad de un pinchazo en el dedo (control de glucemia capilar mediante una tira reactiva). «A mí que mi hijo Alejandro, de 11 años, porte un sensor que me permite recibir la información de su nivel de glucosa en mi móvil mientras él esta en el colegio me aporta mucha tranquilidad. Además, este sistema te marca la tendencia de la glucosa, por lo que, por ejemplo, si ves que va a subir no necesitas darle nada», señaló Claudia Medina, presidenta de Adicor.

Por otro lado, Medina lamentó que por ahora la Junta de Andalucía no haya implantado en los centros educativos la figura de la enfermera escolar, aunque la propuesta salió adelante en una comisión del Parlamento, con el voto favorable de todos los partidos, excepto el del PSOE. Una iniciativa que partía de la demanda realizada por el sindicato de enfermería Satse Andalucía y por la Confederación Andaluza de Ampas. Regiones como Madrid o la Comunidad Valenciana cuentan con enfermeras en los centros educativos, lo que permite que puedan controlar el nivel de glucosa de los alumnos diabéticos o vigilar otras enfermedades crónicas, como el asma.

La historia de Unai

«Hay madres o padres que dejan de trabajar para acudir al colegio a medir la glucosa de sus hijos», relató Medina. Alicia Cantarero ha dejado su trabajo de forma temporal, porque a su primer hijo, Unai, de 2 años, le diagnosticaron diabetes con solo 20 meses y le dan varias hipoglucemias al día, que si no son detectadas a tiempo pueden derivar en un coma, por lo que ella acude en distintos momentos a la guardería para comprobar que todo va bien. «En la Delegación de Salud y en el distrito sanitario me expusieron que los profesionales de la educación tienen prohibido realizar estos controles o inyectar insulina, que tampoco podían formar al personal de la guardería para prestar esta atención y que tampoco se contempla apoyo sanitario para las guarderías. A Unai hay que hacerle unos 7 controles de glucemia diarios e inyectarle 5 veces insulina. Y cuando tiene que comer debe tomar toda la ración, hay que estar muy encima», apuntó.