Los flamencos, los buenos flamencos, maduran pronto. La mayoría de edad para muchos llega sobre los 11 años, la edad en la que (es curioso) las grandes figuras coinciden en decir que fue cuando probaron las mieles del escenario. El caso es que la Noche Blanca, con sus 11 ediciones desde que la ideó el concejal José Antonio Cabanillas, ya es flamencamente mayor. Tiene carácter y gestos propios. Es... más cabal, un término tan castizo, ambiguo e indeterminado como firme y flamenco.

Lo que ya no está

Así, de aquellas primeras noches blancas queda lo cabal. No están aquellos conciertos multitudinarios en República Argentina o La Axerquía, donde el flamenco a veces pasaba a segundo plano, por no hablar de los desplazamientos masivos que originaban. Tampoco hay después de una década mucha gente de blanco (aunque alguna aún se veía ayer), como propugnó Juana Martín en la primera edición.

Y sobre todo, la Noche Blanca ha perdido cierta sorpresa tumultuaria para pasar a ser una cita donde el público selecciona más a gusto, con gusto y a su gusto. No se ha perdido la bulla, pero «ya no vamos como locos, como de novios. Ya escogemos dos actuaciones y dos o tres bares para estar con unos amigos y... a casita, que al niño lo dejamos con la suegra. Para el poco tiempo que tenemos no podemos estar dando vueltas», sentenciaba anoche salomónicamente Alfonso Muñiz junto a Silvia Martínez. Alfonso y Silvia, en Ronda de Los Tejares sobre las 22 horas.

Iban camino, con parada de un bar por medio, para coger sitio en San Agustín y escuchar a Capullo de Jerez y Jesús Méndez (1.00 horas), con el plan de llegar a tiempo a La Corredera para José Mercé (2.30 horas) y «bueno... aunque se cabree mi madre, lo mismo vemos a Alba Molina a las 5», apuntaba Silvia. ¡Hala! Y eso «sin dar muchas vueltas», como decía su marido! Aunque tampoco ha cambiado tanto la esencia del la Noche Blanca en estas 11 ediciones, comenzando con la misma elección de la fecha, el fin de semana más cercano al solsticio de verano, que es la noche más corta del año y, en Córdoba, sinónimo calor. Incluso en el año con la primavera más rara y fresca de los últimos años en Córdoba, se ha tenido que esperar a la Noche Blanca para hacer olvidar una Semana Santa, Cata de Vinos, Cruces, Patios y Feria de rebequita por la noche. 37.7º C fue la máxima de ayer en el Aeropuerto, con 34,4º C a las 21.00 horas.

Lo de siempre, calor aparte

También entre lo de siempre está, como en el concierto de Daniel Casares en la Plaza de Las Tendillas, los que tenían cara de disfrutar enormemente de la actuación, porque habían esperado para coger sitio, y ese otro público de alrededor echándole miradas furibundas a los que ni escuchan, tampoco se callan y menos tienen la educación de alejarse. Ya saben ustedes: lo de siempre esta noche y en todos los espectáculos. En Las Tendillas, concretamente, tampoco es que se pidiera un respetuoso silencio en las terrazas de la calle de La Plata... Pero ¡hombre!, algo de sentido común y educación en las inmediaciones siempre se agradece.

Por cierto, que en La Plata los veladores estaban repletos. Ni en San Miguel había hueco. «Por mí, noches blancas podrían hacer unas 30 o 40 al año», bromeaba en el local Échate pa’llá Ana Gener Maldonado, con 18 años en la hostelería y muchas ganas de aprovechar empujones como el de esta noche para su negocio.

Y lo nuevo

Y junto a lo de siempre, también había ayer novedades. Entre ellas, ver cómo se consolida un público no solo cordobés, que también se planifica mucho la Noche Blanca. Es el caso de las cuatro viguesas, entre ellas Reyes y María, fascinadas por el flamenco y Córdoba y para las que la noche de ayer, desde hace cuatro ediciones, es una cita obligada. Vienen sobre todo por el baile (sin descartar disfrutar de toda la ciudad) y en esta edición andaban quejosas, ya que desde el espectáculo de Isabel Bayón, en La Calahorra (a medianoche), apenas les dejaba margen para encontrar un buen sitio en San Francisco y ver a Antonio Canales, a las 1.30 horas. Sin olvidar que este año la Noche Blanca se extendió a los barrios de Fátima, con la Peña Flamenca Femenina de Huelva, y al Parque Figueroa, con el Sexteto Origen. Una Noche Blanca en un junio que se ha convertido en una extensión del agotador mayo festivo con ciclos como el festival de Música Sefardí, la Shopping Night, Ríomundi.... Sin embargo, a las 23.15 en un velador de Manuel de Sandoval, se oía decidir a una de las tres mujeres de cierta edad que apuraban sus consumiciones: «¡Eah, pues nos vamos a La Calahorra!», Sin cansancio: para allá se fueron.