Mismo escenario, distinto atrezzo. Las seis columnas de las Marchas por la Libertad contra la sentencia del procés confluyeron ayer en el paseo de Gràcia de Barcelona en un ambiente netamente pacífico y festivo. Las marquesinas volvieron a sus puestos y los manifestantes se hicieron hueco entre una marabunta de estelades que tapaba los destrozos de la noche anterior. Las caminatas de unos 100 kilómetros en favor de la libertad de los presos que empezaron el miércoles desde Gerona, Tarragona, Tàrrega, Vic y Berga fueron una inyección de entusiasmo que se sobrepuso al enojo de los independentistas. Una vez en la capital catalana, se esforzaron en exhibir ejemplaridad y civismo tras cuatro días consecutivos de disturbios nocturnos. Sin embargo, a pocos metros, encapuchados volvían a la carga.

Si bien la manifestación, que conjuró a 525.000 personas, según la Guardia Urbana, (750.000, según los organizadores) fue encabezado por los sindicatos convocantes de la huelga general, la Intersindical-CSC y la Intersindical Alternativa de Catalunya (IAC), dejando a los dirigentes independentistas en segundo plano, el protagonismo se reservó a las caras visibles de las entidades soberanistas. La presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, aprovechó la escena para marcar perfil y exigir al Govern que se prepare «desde ya» para «defender y sostener una declaración de independencia». Una meta que les señaló como «prioridad» en su agenda parlamentaria para «acabar lo que empezamos el 1-O». Algunos consellers escuchaban el discurso en directo.

«Nos importa muy poco cuántos diputados tendrá cada uno de los partidos el 10 de noviembre», espetó, ampliamente ovacionada. Con esta proclama, la ANC volvió a situar el foco en otra DUI, después de meses sin sacar a relucir el dosier que aprobó la asamblea general para abonar la respuesta social unitaria al fallo del Tribunal Supremo. «Exactamente igual que nuestra lucha por la independencia: quien esté cansado, que se pare, y otro le tomará el relevo. Pero colectivamente no nos podemos detener», dibujó, aludiendo a las marchas.

También se procedió a la lectura de una misiva de Jordi Cuixart. El presidente de Òmnium Cultural lanzó desde la cárcel de Lledoners un nuevo cántico: «El pueblo unido, jamás será oprimido», corearon.

En la misiva, pidió a los soberanistas que se mantengan «unidos y no violentos» a pesar de «los intentos de escarmiento» y la «represión» del Estado. En esta dirección, defendió la unión para hacer frente a quienes «querrían» verles «frustrados y divididos». «Querrían que os quedaseis en casa, que tuvierais miedo, porque en el fondo lo que les molesta (...) es nuestra simple existencia», arguyó.

La manifestación se celebró sin incidentes y se desconvocó al finalizar el acto con un nuevo llamamiento de los CDR a ocupar con una acampada indefinida el paseo de Gràcia a la altura de la Gran Vía. Los convocantes se mostraron satisfechos porque lograron marcar una nueva fecha al calendario independentista y equiparar la jornada a la del 3 de octubre del 2017, aunque CCOO y UGT no se sumaran y hubiera muchos menos manifestantes que en esa fecha.