Si los electores albergaban la esperanza de aclarar en este debate cómo estas elecciones pueden desbloquear la situación política, se quedaron sin respuesta. Pedro Sánchez defendió que, de no haber mayoría absoluta, gobierne la lista más votada, una propuesta que no pareció convencer al resto de candidatos. Todos le exigieron que clarifique con qué apoyos va a contar tras el 10-N. El candidato socialista no resolvió el enigma.

Pablo Iglesias rechazó la propuesta de la lista más votada porque, a su juicio, implica que Sánchez quiere «cambiar las reglas del juego para que el que gane se lo lleve todo» y le reclamó que aclarase con quién va a pactar: el PP o Unidas Podemos. Dejó claro que solo ofrecerá sus votos a cambio de una coalición.

En la misma táctica, Pablo Casado exigió una y otra vez a Sánchez que confirme si rechazará un acuerdo con los partidos independentistas.

Ante la ausencia de respuesta de la socialista, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, le acusó. «Quién calla otorga» y cambió de tercio para plantearle si dimitirá si la sentencia del caso de los ERE de Andalucía es condenatoria. Tampoco hubo respuesta.

El debate se agrió al abordar el franquismo, con un enfrentamiento entre Santiago Abascal e Iglesias; sobrevoló el brexit, los aranceles, y dio tiempo a que Sánchez se llevase el enésimo zasca por el jamón serrano.