Desde hace años, la política de la Junta de Andalucía viene dando prioridad al acogimiento familiar de los niños cuya tutela asume tras ser retirados a los progenitores y recurre a la adopción solo en casos excepcionales. La principal diferencia entre acogimiento y adopción es que los niños adoptados rompen por completo la relación con su familia biológica para integrarse en una nueva familia como miembro de pleno derecho, incluidos los apellidos de los padres adoptantes. Por contra, en el acogimiento familiar los menores tienen la opción a seguir manteniendo la relación con su familia biológica. Según los casos, estos niños pueden estar de forma temporal o permanente en acogida. Los acogimientos de urgencia dan respuesta a los más pequeños, a los que se intenta evitar el paso por un centro de protección y que permanecen con una familia, ya sea de forma transitoria hasta que se resuelva el conflicto familiar y vuelvan con sus progenitores o hasta que se dé el visto bueno a la adopción definitiva por parte de la familia más idónea.

Según la asociación de familias de acogida Mírame, «hacen falta familias, tanto para acogimiento como para colaboraciones de fin de semana», que consisten en ofrecer un hogar a los menores en los periodos vacacionales. Lo más urgente es «contar con más familias que puedan acoger a grupos de hermanos, a los niños mayores de 6 años y a aquellos con alguna discapacidad o necesidades especiales», ya que, recuerdan, «hay más de 300 niños en los centros de protección de la provincia». Tanto Begoña Roa como Enrique Pérez, presidenta y vicepresidente de Mírame, que reclaman más recursos para agilizar los acogimientos, señalan que «los niños son el eslabón más débil de la sociedad y debemos todos estar a la altura para darles un futuro».