Ricky Martin es un titán, solo él es capaz de llenar un escenario y hacer que todo lo que le rodea parezca insignificante, brilla con luz propia y parece, por cada uno de sus movimientos, que lo sabe. Se crece en cada canción, se mueve en el escenario como pez en el agua, seduce y enamora.

Así lo demostró anoche, mientras despedía, en Córdoba, la gira que le ha llevado por varios puntos de la península durante el mes de agosto. La cita era una fecha marcada en el calendario por 15.000 personas expectantes que no quisieron perderse esta oportunidad de vivir un «espectáculo único», decían sus fans que esperaban con impaciencia el momento en el que el puertoriqueño saliera al enorme escenario situado en El Arenal.

Horas antes de la apertura de puertas ya se anticipaba lo que vendría: una fiebre desatada por un público ampliamente femenino que, nostálgico y cargado de ilusión, estaba dispuesto a revivir parte de la discografía del que fuera icono pop de toda una generación. Las colas de fans, que llegaban desde todos los puntos de la provincia, eran interminables para acceder al recinto. Hay quien se arriesgó a acampar a más de 40 grados, desde por la mañana, para poder situarse lo más cerca posible del artista. Algunas localidades, como Villaviciosa, incluso, dispusieron autobuses propios para que sus vecinos se despreocupasen de la ida y la vuelta.

Una gran duda recorría a los allí presentes y era que si, en esta ocasión, el cantante estaría teloneado por otro artista. Cabe recordar que el viernes, en su actuación en Cádiz, estuvo precedido por Chambao, que cantó algunos temas propios y su vocalista, La Mari, acompañó a Ricky Martin con uno de sus duetos más populares, Tu recuerdo. La idea de que la escena pudiese revivirse en la ciudad, emocionaba pero, finalmente, no fue así. Mientras que todo iba cogiendo forma, fue DJ Mauricio Lombana el encargado de amenizar los momentos previos al gran show.

El público enloqueció, definitivamente, cuando Ricky Martin pisó el escenario a ritmo de María, rodeado de su cuerpo de bailarines, 5 pantallas y de un espectáculo de 150 luces a la altura de lo que se esperaba.

Canciones movidas como como Muévete duro y Adrenalina se fueron sucediendo, acompañadas de sus correspondientes coreografía. Los fans bailaban, sudaban, gritaban, mientras disfrutaban de temas tan emblemáticos como La Bomba, Disparo al Corazón, La Mordidita, Tal Vez, Pégate, Adiós, La Copa de la Vida y Vente Pa’Ca, entre otros. Algo que sorpendió a los asistentes fue la representación en inglés de los temas Living la vida loca y She bangs --donde, además, hizo subir al escenario a Mara, una admiradora cordobesa-- que tienen su correspondiente versión en español, pero nada que no se solucionara con una dosis de sensualidad.

El momento más hot del concierto fue la aparición de Ricky Martin enfundado en un batín dorado con el que susurraba al público: «Mi alma se queda en esta tierra esta noche», para, a continuación, deleitar con con Vuelve, una de las composiciones favoritas e icónicas del artista. Este no fue el único cambio de vestuario. De hecho, los estilismos fueron parte importantísima de la puesta en escena y se sucedieron en innumerables ocasiones: lentejuelas, chaquetas elegantes, camisetas casuales, tirantes...

El concierto tuvo tres etapas diferenciadas, una primera donde se representaron los temas más dance y pop de su repertorio, una más pausada donde cantó sus temas más íntimos y una final con sus canciones más caribeñas, y actuales como Fiebre, celebradas, especialmente, por sus espectadores más jóvenes, o La Mordidita, con la que cerró el concierto.

Entre toda la euforia, Ricky Martin no quiso desaprovechar la oportunidad para mostrar su lado más solidario y denunciar la trata humana, contra la que lucha activamente con su propia fundación y cantó Somos semilla, himno de los derechos humanos de la niñez, que le ha acompañado en prácticamente todas las giras que ha hecho desde hace más de 5 años.

Si se pensaba que las temperaturas no podían subir más en Córdoba tras el cálido mes de agosto, era antes de disfrutar de este espectáculo en El Arenal. La ciudad vibró, enloqueció, cantó y, sobre todo, bailó y sudó como nunca antes. El concierto fue como una de esas fiestas que no se olvidan nunca, que vives con las personas que te hacen reír y te generan un pellizco de felicidad durante toda la noche.