Alberto Ramiro (oriundo de Linares, Jaén) tiene 45 años de edad y desde el ejercicio 2018 trabaja en la cocina de la residencia de la Federación de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Córdoba (Fepamic). Recuerda que su primer empleo a través de esta entidad tuvo lugar en la recogida de naranjas en la ciudad y, cuando se le terminó este contrato, regresó para pedir trabajo y le llamaron pocos meses más tarde.

Alberto explica que ya cuenta con experiencia laboral en la restauración, un sector en el que ha trabajado en Palma de Mallorca y en distintos restaurantes cordobeses como pinche. De este modo, destaca que siempre ha buscado empleo y, además de en restaurantes, también se ha ocupado en la publicidad, la agricultura y la limpieza, así como para otras empresas que ocupan a personas con alguna discapacidad. La suya se sitúa en un 34% y se debe a la epilepsia.

Preguntado por su percepción del mercado de trabajo, detalla que, dependiendo de las empresas, se puede tener más o menos dificultad para encontrar una oportunidad y opina que «quizá todavía existe un poco de prejuicio en el mundo laboral». En este sentido, este cocinero entiende que sería necesaria una normalización de la presencia del colectivo de discapacitados en el tejido empresarial, en línea con la reivindicación que realiza la propia Fepamic, que demanda que se ofrezcan oportunidades a estos trabajadores para que puedan demostrar sus capacidades.