JxCat tira de emotividad en la recta final de campaña para tratar de vencer a las encuestas. Ayer, el contexto fue el mensaje: el expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont y el cabeza de lista a las generales, Jordi Sànchez, compareciendo juntos por videoconferencia desde Bruselas y la cárcel de Soto del Real, respectivamente, tras el permiso concedido por la Junta Electoral Central (JEC) al preso.

La conversación, teñida de referencias personales y familiares, se basó en reclamar el voto para JxCat con el fin de mantener vivo el «espíritu» del referéndum del 1-O y para propiciar, aseguró Sànchez, que la salida de la cárcel y el regreso del extranjero de los dirigentes independentistas sean posibilidades más cercanas.

No hubo, durante los 30 minutos de charla, ni una mención a las condiciones al PSOE ante una eventual negociación de investidura.

Como sucedió durante la campaña de las últimas catalanas, cuando Puigdemont vinculó el voto a JxCat a su regreso, ahora Sánchez sostuvo: «No hay voto que nos pueda ayudar más a salir de la cárcel y regresar del exilio que el voto a nosotros, de mantener esta ilusión, la idea de libertad como referente». En este mismo sentido, Puigdemont afirmó que lo que sacará de la cárcel a Sànchez y al resto de procesados es «el espíritu del 1-O, de fraternidad, de hacer las cosas lo más abiertas posibles».

Ambos lanzaron dardos únicamente al PSOE. Sànchez se quejó de que «cuando ayer el señor Pedro Sánchez decía que los líderes independentistas no teníamos credibilidad, precisamente decía lo contrario, que debíamos ser castigados en las urnas porque habíamos mantenido la palabra». Puigdemont definió el 28-A como «una elección entre el espíritu del 155 y el espíritu del 1-O». A lo que no hubo ni una referencia fue al asunto que generó cacofonía en JxCat al inicio de campaña: las exigencias al PSOE en caso de negociación.