El activismo independentista se había estado preparando durante meses para dar un salto exponencial en sus protestas en cuanto el Tribunal Supremo condenase a los líderes del procés. Lo demostró a las pocas horas de conocerse el fallo con una convocatoria masiva para asediar la única infraestructura que había salvado hasta ahora de su propósito de «colapsar Cataluña»: el aeropuerto de El Prat.

El cerco a la T-1, que obligó a cancelar unos 120 vuelos, fue gradual. Primero llegaron decenas de manifestantes que se sentaron frente a los accesos. Después fueron centenares. Al final eran miles. El bloqueo de la terminal cortó todos los sistemas de transporte que la conectan con Barcelona. Y los viajeros que pretendían coger un vuelo necesitaron horas para llegar y, si conseguían entrar, podían solo dirigirse a sus compañías para que les buscaran otro vuelo dado que, en la mayoría de los casos, el suyo ya había salido. Los que aterrizaban despistados en el aeropuerto se llevaron la peor parte porque no tenían manera de abandonarlo. Y la policía, en las entradas, trató de repeler cada intento de los manifestantes de colarse en el interior. Los episodios de violentos enfrentamientos se sucedieron desde primera hora de la tarde.

Los antidisturbios de la Policía Nacional tenían orden de custodiar las entradas y evitar cargar contra los manifestantes. Esa fue una tarea de la que se encargaron los Mossos d’Esquadra. El primer altercado grave sucedió a pie de calle, cuando los independentistas trataron de romper un cordón de la Policía Nacional y esta respondió con contundencia. A continuación, los antidisturbios de la Brigada Móvil salieron para dispersar. Hubo lanzamientos de objetos (piedras, latas y botellas) por parte de los manifestantes a los que los agentes respondieron con proyectiles de foam.

En la planta de arriba, junto a los accesos a los vuelos de salida, un episodio parecido se repitió de nuevo. Desde entonces, el pulso entre manifestantes y policías se mantuvo constante, con repuntes puntuales y calma tensa. En más de una ocasión, los agentes tuvieron que retroceder ante el avance de la masa que protestaba. La mayoría de los movilizados eran jóvenes y unos cuantos iban encapuchados y no rehuían el choque. El sonido era el de cánticos independentistas, de condena contra la justicia española y de apoyo a los líderes del procés. También insultos contra policías españoles y catalanes, que, a diferencia de la jornada del 1-O, en esta ocasión actuaron conjuntamente.

El Sistema de Emergencias Médicas (SEM) atendió a 53 personas en la terminal aeroportuaria. Diez de ellas requirieron trasladar al hospital al herido, una cifra que tal vez aumente dado que este último balance era provisional.

A las nueve de la noche la situación en la terminal 1 era lo más parecido a un estado de sitio o a un secuestro masivo. Miles de pasajeros se repartían en las butacas, los más afortunados, o tirados por el suelo. Una sola pasajera vale de ejemplo de los que pretendían coger un avión de vuelta a su país y aún seguían tirados. Se llama Marcia Jara, enfermera chilena, de 45 años. Salió del piso barcelonés donde se alojó a las 13.30 horas y no llegó al aeropuerto hasta seis horas más tarde. «Una amiga iba a llevarnos en coche pero al ver que cortaban el acceso al aeropuerto nos dijo que fuéramos en metro. Luego también lo cerraron. Cuando al final llegamos el tren nos dejó en la terminal 2 y el bus a la T-1 no funcionaba. Anduvimos tres horas y media campo a través con las maletas para llegar», explicaba mientras enseñaba un vídeo de la travesía, al tiempo que hacía cola en el mostrador de Iberia para que la metieran en otro vuelo. El suyo salió antes.

Apenas media hora antes, en la planta inferior de la T-1, la de llegadas , todo eran cuerpos agitados, tensos y rendidos. Y entre ellos, en el suelo, el de una mujer gimiendo. «Esta embarazada y se ha mareado», explicaba el marido a un Policía Nacional antidisturbios que arrodillado intentaba consolarlos. Al final apareció un equipo médico del aeropuerto. Era una bajada de azúcar.

CORTE EN LA VÍA DEL AVE / Las protestas de los independentistas también afectaron a otras poblaciones catalanas, como Tarragona, Sabadell, Lérida y Gerona, donde los manifestantes cortaron las vías de tren y protagonizaron cortes intermitentes en algunas carreteras. Aunque la plataforma Tsunami Democràtic llamó asimismo a «saturar los accesos» del aeropuerto de Barajas en Madrid, Aena puntualizó que los accesos por carretera a esta infraestructura no registraron incidencias.

Mossos y Policía Nacional se desplegaron también en la estación de tren de Sants de Barcelona. La policía separó en dos partes el interior de la estación e instaló vallas para diferenciar el acceso al AVE y a Rodalies.