La educación afectivo-sexual no forma parte del currículo académico en Andalucía, más allá de los talleres, charlas o sesiones extraescolares que pueda impartir un centro en un momento concreto. Esto no quita para que Vox llevase en su programa electoral el compromiso de garantizar la «libertad educativa de los padres» y la puesta en marcha de un sistema para que los progenitores puedan excluir a sus hijos de actividades «contrarias a sus convicciones». Es el llamado pin parental que Vox presentó en una campaña en la Diputación de Sevilla, por el que se reclama a los directores de colegios que se informe previamente de cualquier actividad que afecte a cuestiones morales socialmente controvertidas o sobre la sexualidad, para que los padres tengan una opción de veto. La lucha contra el «adoctrinamiento de género» es uno de los pilares del discurso político de Vox, como dejó claro con la denuncia contra un instituto de Huelva en el que, con motivo del 8-M, se pensó que los chicos salieran unos minutos más tarde que sus compañeras al recreo para que comprendieran la discriminación histórica que ha sufrido la mujer durante tiempo. Asimismo, en mayo en una comisión parlamentaria, y sin más datos que «los comentarios que realizan los padres», el entonces líder de la formación Francisco Serrano proclamó que en los colegios andaluces se «fomentaba la homosexualidad entre menores de 10 años» al hablarles de diversidad afectivo sexual. «Algunos institutos están diciendo que las niñas, entre ellas mismas, potencien la sexualidad, lo que es la masturbación», aseguró a una cadena.