Lo vi con mis propios ojos. Cientos de niños y niñas desparramados tras disfraces de todo a cien con vasos de tubo en la mano. ¡Niños borrachos! ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Qué tiene que pasar para que abramos los ojos? La Policía nunca arreglará este disparate. La Policía puede poner multas, pero no está para educar. Son las familias quienes deben cuidar de sus menores y pensar por qué sus hijos, antes de levantar cuatro palmos del suelo, andan ya desesperados por pillar una cogorza. ¿Dónde están los padres mientras empinan el codo y se mean en la puerta de algún vecino? ¿No deberían estar con ellos?