Damián y Paqui llevan juntos 19 años, aunque se casaron hace diez y son padres de tres hijos. Según Damián, él nunca quiso tener una familia numerosa, ni siquiera tenía claro que quisiera hijos. «A mí no me gustan los niños, soy de los que, si se acercaba uno y me iba, no me gustaba jugar con ellos ni nada», confiesa sincero, «aún me pasa si no son mis hijos». Paqui, que viene de una familia numerosa, sí quería tener hijos y decidieron probar. «Yo quería uno o tres», comenta ella, «no quería término medio». Después de probar con Sofía, la mayor, decidieron que la cosa iba bien y llegó Rodrigo y, como no hay dos sin tres, han acabado redondeando el círculo con la tercera, Irene. «La verdad es que he descubierto una faceta desconocida para mí», afirma Damián, «me encanta jugar con mis niños y estar con ellos, disfruto mucho». Para Paqui, tener tres hijos es algo que te cambia la vida. «Cambia tu mundo porque tienes una responsabilidad ineludible, llegas a casa y tienes que continuar y sacas fuerzas de donde no hay por ellos». La conciliación en su caso es casi un puzzle. Los dos trabajan, ella en turno de mañana y él en turno de tarde-noche. «En medio, entre las tres y las cuatro, nos queda una hora vacía que tienen que ocupar las abuelas», comentan, «si no, no sé qué haríamos». El problema es que ellos apenas se ven. Paqui, que trabaja para la administración en un pueblo, sale a las seis de la mañana y Damián llega por la noche, «cuando ella está dormida, así que hay que aprovechar los fines de semana y los festivos que coincidimos», añaden. Sobre los permisos de maternidad, creen que deberían extenderse para la madre a seis meses, «para garantizar la lactancia ese mínimo». Pese al aumento de la prole, no han renunciado a la pasión que comparten los dos, viajar. «Viajamos con ellos y lo disfrutamos mucho», explican, aunque se quejan de la falta de descuentos que hay para las familias numerosas. Eso sí, con tres se plantan.