La Fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes (ANAR) analiza en su estudio sobre la Evolución de la violencia a la infancia y adolescencia en España según las víctimas las consecuencias que la violencia tiene en los menores que la sufren.

La principal de ellas es la ansiedad, que la padecen el 65,05% de las víctimas. En segundo lugar se sitúa el miedo, en un 61,1% y la tercera consecuencia es la depresión, que afecta al 57,8% de los menores que sufren violencia. En numerosas ocasiones se dan en los individuos más de una consecuencia. Otras secuelas que se registran son los problemas psicológicos (32,1%) agresividad y rabia (24,8%) y el aislamiento (22,4%).

También es frecuente que baje el rendimiento escolar (46,7%) o que empiecen a faltar con regularidad al colegio. Otros datos que se aportan desde el estudio de ANAR son los casos que desembocan en intento de suicidio o autolesiones (10%), los primeros, según esta fuente, se han multiplicado por seis en los últimos años y los de autolesión se han multiplicado por 14. Pero de todos ellos se hace un llamamiento a «la agresividad que presentan las víctimas en 1 de cada 4 casos». De lo que se extrae como principal conclusión que «la violencia engendra violencia».

Se pone de manifiesto en este trabajo que las víctimas suelen tardar de media dos años en atreverse a contar lo sucedido. También se señala que la duración en el tiempo de las agresiones provocan un trauma complejo que impacta en el desarrollo evolutivo del niño y repercute en el resto de su vida y se hace especial hincapié en manifestar que «el maltrato que reciben los niños y niñas por debajo de 10 años va a tener consecuencias especialmente significativas, sobre todo en los primeros 5 años de vida, debido a la vulnerabilidad porque en estos años se desarrolla su crecimiento neurobiológico y psicológico».

Hace también un llamamiento especial el estudio de ANAR a tener en cuenta que las nuevas tecnologías están haciendo presente unos nuevos modelos de violencia hacia los menores, como es el caso de la sextorsión, el grooming, el ciberbullying y otras formas de ciberacoso que afectan y deforman las violencias ya citadas.

Sobre el perfil del agresor, el estudio de la Fundación ANAR señala que el 66,4% de las agresiones proceden de los padres o sus parejas y las causas que la generan son la personalidad violenta del agresor (44,8%), los conflictos en el hogar (conflictividad, violencia de género o enfrentamiento entre los progenitores) 47,4% o el alcohol y las drogas, el 13,4% de los casos.

En cuanto a las personas que suelen ayudar más en estos casos a los menores, el estudio de ANAR señala que son los abuelos los que más ayudan (19,3% de los casos), también se recibe apoyo de los amigos y en muy pocos casos se cita el centro escolar.