El mundo está lleno de etiquetas. Hay etiquetas para definir la comida, la ropa, los libros y las personas. Etiquetas que nos definen por el color, procedencia o género. Nos gusta etiquetarlo todo para sentir que controlamos lo que nos rodea, pero esas etiquetas no sirven de nada cuando se trata de explicar la diversidad sexual. Como dice la sexóloga Carmen Jurado, miembro de la mesa de la transexualidad, «hay que salir del paradigma binario de la sexualidad. No hay una, sino tantas como personas».

«Mi hija es una niña que nació con genitales masculinos». «Tengo dos hijos, el mayor me dijo con 18 años que era una mujer, el pequeño se atrevió a hablar con 15, yo veía a dos niñas pero siempre tuve dos hijos». «Yo tenía mucho miedo, me hinché de llorar, no sabía lo que era la transexualidad». «Los que necesitamos un psicólogo somos los padres, no los hijos, ellos saben lo que son pero no se atreven a decirlo». «Cuando me dijo que tenía que contarme algo importante pensé que me iba a decir que era gay». «Yo tardé mucho tiempo en poder decir que mi hija es transexual»: Son declaraciones de padres y madres de Córdoba que han afrontado el proceso de aceptación de la identidad sexual real de sus hijos e hijas transexuales. Un proceso que suele ir asociada a cambios en el aspecto físico.

La atención sanitaria a las personas transexuales está regulada en Andalucía, pionera en el abordaje de estos casos, desde el 2014, cuando una ley reconoció el derecho a la autodeterminación de género sin necesidad de evaluación de salud mental y descentralizó la atención que se prestaba desde Málaga a todas las provincias. La Unidad de Atención a Personas Transexuales nació en Córdoba en el 2015 y la dirige la endocrina Paloma Moreno, respaldada por una mesa de profesionales de carácter multidisciplinar. Las personas derivadas por Atención Primaria son evaluadas por Moreno para constatar que son conscientes de lo que implican los tratamientos hormonales feminizantes o masculinizantes. El tratamiento masculinizante contempla la extirpación de ovarios, mamas y útero para quienes lo soliciten a partir de un año de tratamiento. La reconstrucción de pene, menos demandada que el resto de los tratamientos y de resultados no siempre óptimos, se lleva a cabo en Madrid, según Moreno. Por su parte, el tratamiento feminizante prevé la extirpación de testículos a quienes lo soliciten, intervención que se realiza en Málaga. La Seguridad Social cubre la cirugía de la voz, pero no la cirugía plástica de aumento de pecho.

Desde su creación, la consulta de Córdoba, por la que han pasado hasta ahora 80 personas de la provincia, atiende nuevos casos cada 15 días. La media de edad de quienes acuden a pedir información está entre los 16 y los 18 años en una proporción de una mujer transexual por cada dos hombres, según la doctora Moreno. «La reasignación de sexo es solo una opción, hay que entender que puede haber niñas con pene y niños con vulva y no pasa nada», explica la madre de un chico transexual. «Mi amiga y yo somos niñas, pero tenemos pene», dicen con naturalidad dos pequeñas de 6 y 7 años. «Cada niño o niña tiene sus tiempos, no hay dos casos iguales», advierte otra madre que recuerda que «la transexualidad no es una moda, no se pega ni tampoco se cura porque no es una enfermedad». Todos insisten en que abordar la diversidad sexual desde la naturalidad es la única forma de romper tabúes y normalizar una realidad tan antigua como el propio ser humano. No existe una edad para el inicio de la hormonación de las personas transexuales aunque existen dos protocolos de actuación distintos, uno para adultos y otro para menores. Cuando se trata de menores, se recomienda iniciar los tratamientos antes del salto a la pubertad, a partir de las 10 o 12 años. No existe una receta estándar. Los casos se tratan de forma individualizada y los tratamientos se adaptan a cada usuario. Salud parte de la base de que «no se trata de pacientes» sino de personas a las que hay que ayudar a hacer lo que ellos denominan «el tránsito», que los padres explican como «una transición de la infelicidad a una nueva vida plena». Según una de las madres de la asociación entrevistadas, «antes del tránsito, mi hija pintaba sus dibujos en negro, me llamaron del colegio porque pensaban que era daltónico, ahora todo son colores».