José Ignacio Sánchez nació en Bilbao hace 60 años pero es malagueño de adopción. Fue el fundador del 061 en Málaga y estuvo trabajando en la empresa pública de emergencias sanitarias unos 15 años, aunque después sacó su plaza como médico de familia del Servicio Andaluz de Salud. No imaginaba este doctor, cuando se enfrentaba a diario a asistencias sanitarias críticas en las que había que actuar de forma muy inmediata, que algún día él iba a necesitar un trasplante. A José Ignacio le diagnosticaron una fibrosis pulmonar idiopática, sin tener antecedentes de esta enfermedad. Debido a las consecuencias que causa esta patología (que motiva un 25% de injertos pulmonares), en julio del 2015 a este médico le comunicaron que era candidato a un trasplante de pulmón, que debía realizarse en el hospital Reina Sofía, al ser este centro referente regional para este tipo de intervenciones. Y desde abril del 2016 José Ignacio Sánchez estaba en lista de espera.

El pasado 20 de febrero recibió José Ignacio el esperado trasplante. «Tenía un poco de miedo ante la intervención, pero la enfermedad iba progresando y dejándome más débil, sin poder apenas respirar. Un trasplante era mi única esperanza. En la actualidad, tengo el alta hospitalaria parcial y pasado mañana tengo una consulta para hacerme una revisión y va todo muy bien, perfecto. Hasta cierto punto mi recuperación está siendo muy rápida», destacó José Ignacio Sánchez.

Este médico acude a diario a la Unidad de Rehabilitación Respiratoria del Reina Sofía, bajo la supervisión de la fisioterapeuta Manuela Mejías.

En el hospital José Ignacio comparte momentos de recuperación junto al cordobés Alfonso Gañán, de 41 años, que también ha sido trasplantado recientemente, concretamente el 30 de diciembre del pasado año. Alfonso, al igual que José Ignacio, padecía una fibrosis pulmonar idiopática, enfermedad que a su vez sufrió su hermano gemelo, Francisco. «Mi gemelo falleció hace 4 años de la misma enfermedad, debido a que se encontraba en peor estado de salud, con el corazón muy deriorado, y no pudo llegar ni al trasplante. Andando se fatigaba, a pesar de que tanto él como yo hemos sido muy deportistas. Sin embargo, cuando mi hermano Francisco murió no me notaba yo aún síntoma alguno ni sospechaba que pudiera tener su misma enfermedad», relató Alfonso.

«A finales del 2015 me empecé a notar más cansado de lo habitual. Subir escaleras era un suplicio. Pero como soy carnicero pues tenía mucho trabajo esas navidades y no fui al médico hasta que pasaron las vacaciones. Al decirle a mi médica de familia lo que me notaba y lo que le había ocurrido a mi hermano, rápidamente me derivó al hospital. Tras realizarme pruebas y tenerme un tiempo ingresado comprobaron que padecía también la misma enfermedad que mi hermano. A finales de septiembre me pusieron en lista de espera y 3 meses después tuve la fortuna de recibir un trasplante, al cuarto intento. Se pasa muy mal cuando 3 veces antes te avisan y finalmente no eres el candidato, pero una vez ya ha salido todo bien eso ya no se recuerda, pues ahora ya no dependo del oxígeno y hago una vida prácticamente normal», expuso este paciente.

Regulación

Sobre la denuncia de la asociación española de ayuda a los niños con enfermedades hepáticas y trasplantados de que cada vez son más las personas despedidas al solicitar la baja para ayudar a un familiar enfermo, entre los que se incluyen donantes vivos y familiares de trasplantados, José Ignacio Sánchez reivindica que el Gobierno central apruebe «una legislación que ampare a las personas que se encuentren en esta situación, contemplando bajas laborales protegidas por ley».

«Cuando te vas a someter a un trasplante firmas un consentimiento de que estarás acompañado por un familiar las 24 horas, pues aunque los profesionales sanitarios se desviven en atenciones no pueden estar siempre contigo. Ese acompañante debería disponer de un respaldo legal que le impidiera perder su trabajo y contar con una baja para los días que tenga que estar junto a su familiar trasplantado. Igualmente deben existir bajas para los donantes vivos, que no deben ser penalizados con el desempleo por salvar una vida», recalcó Sánchez.José Ignacio y Alfonso se sienten muy agradecidos a «sus donantes y familiares», así como a los profesionales que realizaron sus trasplantes y que se han volcado con ellos en todo este proceso con final feliz.