Uno de los valores que reconoció la Unesco para declarar la Fiesta de los Patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad es por tratarse de un «saber que se transmite de generación en generación». Así, y como en toda tradición oral, junto a las verdades se cuelan muchos relatos reelaborados, base para leyendas ligadas a los patios cordobeses.

Y para hablar de ellas, nada mejor que comenzar por la de la joven Blanca, hija del viudo corregidor Carlos de Unciel, presa desde hace siglos en el subsuelo de la entrada del palacio de los Villalones (palacio de Orive), como penitencia por su curiosidad y avaricia. Hasta Washington Irving se llevó esta leyenda a Granada incorporándola a sus Cuentos de la Alhambra. Y es más: hoy en día, hay funcionarios en este edificio municipal a los que no les gusta nada que se les haga de noche en Orive. La razón es Blanquita, como familiarmente llaman a una gélida presencia susurrante.

También podría hablarse del patio de Benito Raya y Carmen Valencia, en Gutiérrez de los Ríos 33, en la antigua calle Almona, en cuyo entorno estaba, cuenta Ramírez de Arellano en Paseos por Córdoba, la casa de la acaudalada dama de la que se enamoró Martinico, el duende que durante años la protegió de las ansias homicidas de su hermano. Si no por esta leyenda de las inmediaciones, pregunten a Benito por otras de su casa, menos fantásticas pero igual de mágicas, como la de la gran piedra de la casa original que incorporaron a su patio.

O, por qué no, recordar que Mariana y Celeste tienen en Mariano Amaya 4 la leyenda del espíritu de un monje que, desde el pozo, sale por las noches a proteger a la familia, una presencia benefactora que no a todos los miembros de la familia les cae simpática. Y es que algo de repelús es normal que dé.

Leyendas ‘floridas’

Pero más allá de los grandes relatos de misterio, están también esas otras leyendas urbanas, forjadas por los cuidadores de años más por amor al patio y pasión con las plantas que por ansias de destacar. Son casos como los de los brocales de pozos, a los que se les suman unos pocos siglos de antigüedad, o esas pequeñas batallas por adjudicarse la paternidad de haber introducido en Córdoba tal o cual especie. Un ejemplo es la flor de la gamba, quizá la planta que más patios se atribuyen haberla lucido por primera vez en Córdoba. Pero pocas bromas con el tema, al menos en Martín de Roa 7, donde Rosa Collado se toma la cuestión muy a pecho y hasta da nombres y apellidos del matrimonio brasileño que trajo la planta hace 60 años. Pelos y señales de cómo, cuándo, por qué y hasta a dónde fueron a parar las primeras macetas que salieron de este patio.

Y otro ejemplo: la centáurea, quizá la más mítica planta de los patios cordobeses en las últimas décadas. Se trata de una herbácea de hojas blanquecinas que I. Porras identificó en 1981 como centáurea candidísima, y que por tanto habría sido traída a Al-Andalus por los árabes hasta estar a punto de perderse. Así, cuando se reintrodujo en los patios con el apoyo de la Fundación Viana y el Botánico, tardó poco en convertirse en un emblema de la recuperación del legado árabe de los patios cordobeses. Más aún: es todo un símbolo, por razones obvias, en recintos como el de la Casa Árabe.

Pues bien. Fruto de una reciente investigación del Botánico de Carmen Jiménez López, que incluso llegó a intercambiar información con la Facultad de Ciencias de Zagreb, se ha descubierto que nuestra ya cordobesísima planta es una centáurea ragusina de la subespecie padelini, una planta en peligro de extinción pero que aún crece silvestre en acantilados croatas y en la zona de Split, como recoge la investigadora en el último número de Patios de Córdoba, de la asociación Claveles y Gitanillas. Ahora bien, la leyenda de la planta no solo ha decaído, incluso se engrandece. Y es que Ana Muñoz, de Tinte 8, sabe de «buenísima tinta» que la planta no vino a Córdoba desde Croacia (bien en tiempos de Carlos V o desde los viveros centroeuropeos, donde se popularizó en el siglo XVIII) sino que la trajo de México el mismísimo Manolete a su madre como regalo de unos amigos de la familia. ¿Habrá dado la centáurea ragusina media vuelta al mundo desde Croacia para ser introducida en Córdoba desde México? Algo está claro: es una planta a la altura del carácter de leyenda en el que se ha convertido para el mundo la propia Fiesta de los Patios.