El PSOE sigue estando tan dividido como antes de las primarias, solo que ahora se sabe que la mayoría de la militancia apoya a una de las partes en este conflicto, Pedro Sánchez. Las envenenadas relaciones entre los dirigentes permanecen, algo que también se puso de manifiesto este fin de semana en el 39 congreso, a pesar de que los barones críticos con el secretario general, que temen que este impulse candidaturas alternativas para desbancarles de sus puestos, optaron por evitar la guerra abierta.

Por ejemplo, en la cara descompuesta de Susana Díaz la noche del sábado tras una reunión de poco más de cinco minutos con Sánchez, en la que este se limitó a comunicarle los nombres de los andaluces que entran en la dirección del partido. Y en la desbandada de varias delegaciones a esa misma hora, que se desentendieron por completo de la votación del proyecto político. Y, sobre todo, se puso de manifiesto en la composición de la nueva dirección.

En una ejecutiva de amplias dimensiones, con 49 miembros (29 hombres y 20 mujeres, lo que incumple la estricta paridad prometida por Sánchez en campaña), la integración de mandos de otras candidaturas está ausente casi por completo. Solo tiene un representante, Patxi López, rival en las primarias, que ejercerá de secretario de Política Federal. No hay ningún partidario de la presidenta de la Junta, pese a que esta obtuvo el 40% de los votos en las elecciones internas.

Pero no solo las ausencias motivaron que ayer se empleara la palabra «sectarismo» para definir la dirección diseñada por Sánchez. También las presencias. Allí, como secretario de Pequeños Municipios, estará el alcalde de Calasparra (Murcia), José Vélez, que acusó a Díaz de formar parte de una «mafia» al servicio de Mariano Rajoy. Las labores de portavoz recaerán sobre Óscar Puente, alcalde de Valladolid, quien señaló que la abstención había dejado a los socialistas «con el culo en pompa hacia la derecha».

«Eso no es una dirección. Es, de principio a fin, un ajuste de cuentas», sostiene un histórico dirigente, quien, como otros, lamenta que nombres como Eduardo Madina, Elena Valenciano y Antonio Hernando no formen parte del nuevo comité federal, un órgano de unos 300 miembros que se reúne unas cuantas veces al año. «La exclusión y el sectarismo van a ser la pauta», anticipó el portavoz socialista en el Parlamento asturiano, Fernando Lastra. «Cada uno tiene su modelo. Yo siempre integro», dijo por su parte el presidente valenciano, Ximo Puig.

Aquella dimisión en masa

Los colaboradores de Pedro Sánchez reconocen la falta de integración, pero señalan que de lo que se trataba aquí era de hacer una ejecutiva «bien cimentada», que despejara el fantasma de la anterior, cuando más de la mitad de sus miembros dimitieron para forzar la caída del secretario general. Y se fijan en un precedente: en el grupo de expertos que redactó la ponencia original a este congreso, el embrión del nuevo proyecto, no había, entre sus 230 integrantes, ningún defensor de Sánchez.