Imaginen que el día 25 de julio es un punto de partida. Imaginen que las negociaciones entre el PSOE y Podemos, que no se han llevado a cabo durante los dos meses anteriores, aún tienen dos meses más para ejecutarse de verdad. Imaginen que las dos fuerzas políticas que han de acordar el futuro gobierno de España han llegado ya a unos acuerdos programáticos en el pacto de los presupuestos.

Imaginen que ambos partidos aceptan que pueden transitar un gobierno de coalición. Imaginen que Podemos, que ha prescindido de su líder para el futuro ejecutivo, se contenta en no dirigir ministerios de Estado (Justicia, Interior, Defensa) o que tengan que ver con la ordenación del ingreso y el gasto (Hacienda y Economía). Imaginen que el PSOE permite que los morados se hagan con una parte proporcional de ministros respecto a sus votos o, como mínimo, a sus escaños (en un gobierno hipotético de 12 miembros en el ejecutivo estaríamos hablando de cuatro o cinco carteras).

Imaginen que, aunque no se trate de carteras de Estado o económicas, estas tienen competencias y dan margen para diseñar e implementar políticas públicas. Imaginen que los de Pablo Iglesias exploran carteras inicialmente puestas encima la mesa. El Ministerio de Ciencia y Universidades en un contexto post-recesión podría impulsar importantes innovaciones en el campo de la sociedad del conocimiento, a la vez que podría contribuir a la equidad. El Ministerio de Cultura permitiría trabajar en la construcción de nuevos imaginarios colectivos, incluida la diversidad cultural y lingüística. Igualdad y Autonomía podría ser la super-cartera que activara medidas que debilitaran la fractura de género y otras que tensionan nuestras sociedades. Las políticas de dependencia e inclusión social por fin en el más alto rango gubernamental. Y así continuar explorando.

Imaginen también que dirigentes de ambas formaciones van más lejos aún. Que llegan a la conclusión que en los gobiernos de coalición es necesario tener objetivos y planificación coordinada. Imaginen que encuentran interesante explorar fórmulas de composición mixta en los ministerios y otros niveles de gobierno. Imaginen que los nombres de todo el ejecutivo se dialogan, sin vetos ni imposiciones. Imaginen…

Para todo esto es necesario parar máquinas y recomenzar. La ciudadanía, una vez ha leído todos los documentos filtrados (mala práctica para reconducir una negociación por cierto), no acaba de entender cuándo y por qué ha naufragado el pacto. Una primera recomendación: dejen de pasearse por los platós de televisiones. Una segunda: cojan todos unos días de vacaciones y tomen un poco de distancia. Una tercera: dejen de aconsejarse por asesores que quieren ganar por goleada.

Porque la disyuntiva es clara: o se reconduce la situación y se consolida la correlación de fuerzas surgida en la moción de censura o elecciones y posible gobierno de derechas a la vista. Otras fórmulas de investidura en este momento no parecen transitables: ni voto favorable o abstención de Ciudadanos o el PP; ni apoyo externo de Podemos. Porque en política no todos los deseos pueden convertirse en realidad, en la materialidad no todo es posible por muy relato que se construya. Aquí y ahora: pacten ustedes que pueden.