El centro de recepción de visitantes de Córdoba acoge estos días unas jornadas sobre turismo sostenible que pusieron ayer el foco en las viviendas turísticas, una modalidad de alojamiento que ha irrumpido con fuerza en el sector, de la mano de las plataformas digitales, multiplicando su difusión y generando un impacto a todos los niveles, con especial incidencia en el negocio hotelero. Desde febrero del 2016, Andalucía cuenta con un decreto que regula esta actividad, si bien, los hosteleros consideran que el marco legal está descompensado a favor de las viviendas turísticas, lo que juega en su contra.

Los presidentes de las asociaciones empresariales de hostelería de Córdoba, Francisco de la Torre por Hostetur, y Manuel Fragero de Ahecor, participaron en una de las mesas de debate, moderada por el presidente de la comisión de turismo de CECO, Javier Campos, para analizar la situación empresarial del sector con el presidente de la Asociación Hostelera de la Costa del Sol, Luis Callejón; el secretario general de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos y el presidente de la Asociación de Viviendas Turísticas de Andalucía, Carlos Pérez-Lanzac.

De la Torre criticó el turismo low cost que atraen las viviendas turísticas, que «no aportan un gasto extra por turista como el que realizan quienes se alojan en hoteles», algo que, en su opinión, choca con la idea de turismo sostenible. Por su parte, Fragero cree que, como Málaga, Córdoba debería «definir el modelo de ciudad y sus potencialidades, algo que aún está por hacer, antes de diseñar su estrategia de turismo». En lo que coincidieron ambos es en la necesidad de equilibrar el marco legal para que las viviendas turísticas dejen de ser un competidor desleal. En este sentido, Luis Callejón aportó su visión sobre lo que está ocurriendo en Málaga, donde el turismo representa el 50% del PIB de la provincia. «Hay una descompensación brutal, no puede darse vía libre a las viviendas turísticas y que cualquiera pueda alquilar su piso, con un botiquín y una cama, mientras se ponen todo tipo de exigencias y se elevan los estándares de calidad para la apertura de apartamentos turísticos, que ofrecen un servicio similar desde los años 70», explicó, «si vamos a jugar el partido, tendremos que hacerlo en condiciones de igualdad», recalcó. Callejón apuntó además la necesidad de regular los espacios destinados a uso residencial y turístico. «En este momento, los ayuntamientos no tienen forma de regular esta actividad porque la LOUA no contempla la regulación del uso turístico para estas viviendas, de ahí la importancia de que exista una norma que dé herramientas a los ayuntamientos para que sean estos los que establezcan qué espacios están saturados, cuáles son de uso exclusivamente residencial y cuáles no». Los hoteleros aludieron además a las ventajas fiscales. «Un apartamento turístico debe pagar IBI, recogida de basuras, abonar la cuota a la SGAE por tener una televisión, aunque solo tenga un cliente, mientras las viviendas turísticas están exentas de esos impuestos», señalan las patronales, que recordaron que «el apartamento turístico aporta mano de obra directa, lo que encarece el producto, y la vivienda turística, no».

Por su parte, Ramón Estadella hizo hincapié en el momento de convulsión que está viviendo el sector turístico, que en España coincide con unos años de cifras récord de visitantes. Estadella aludió al problema de la turismofobia como «una preocupación de ricos porque solo pasa cuando el nivel de renta es alto y se ve al turista como una molestia y no como una oportunidad de negocio».

En esa línea, animó a los ayuntamientos a hacer ver a los residentes los efectos positivos que les supone el turismo, haciendo, por ejemplo, que tengan párking gratuito en zonas turísticas, y que sean conscientes de que es un elemento que genera riqueza.

Para llegar a un modelo de turismo sostenible, consideró que «el desarrollo de una ciudad nunca debe enfocarse en mejorar las cuotas de turismo sino en mejorar la calidad de vida de los que residen en ella». Puso de ejemplo la ciudad de Venecia, que, «tras convertirse en un parque temático pensado para los turistas, los locales han acabado yéndose y ahora tampoco gusta al turismo».