«Es impresionante, sobre todo, la primera vez que te lo cuentan. Me baso en que su futuro va a cambiar y que su hijo va a nacer bien. Eso te ayuda a olvidarte de lo malo», afirma Esmeralda Pino, educadora y gestora de recursos de la obra social de Las Adoratrices en Córdoba. En el marco del programa Fuente de Vida, es una de las trabajadoras que atiende a mujeres que son víctimas de trata (entre otros perfiles) y explica junto a la directora del proyecto, la superiora de la comunidad, María Mateo, la respuesta «integral» que ofrecen a estas personas con el objetivo de «empoderarlas».

La mayoría de las víctimas son menores de 30 años de edad e incluso en algunos casos advierten que los proxenetas han falsificado su identificación (para pasar las fronteras) y que en realidad son menores. Ambas responsables manifiestan que desde que reciben a estas personas cubren sus necesidades básicas, formativas y de búsqueda de empleo y de vivienda. Asimismo, destacan la importancia de ayudarlas en su recuperación psicológica, ya que «llegan con bastantes traumas» después de haber sufrido la explotación sexual o agresiones en las que, por ejemplo, les han arrojado ácido. En este sentido, detallan que «en su cuerpo, por desgracia, se puede ver» la experiencia que han vivido, ya que «le quedan marcas físicas de la violencia que han sufrido en este proceso migratorio tan duro: mutilaciones genitales y otras secuelas como arañazos y quemaduras».

Es más, apuntan que en ocasiones las víctimas sufren la amenaza de matar a sus familias si no se someten y que alguna vez ha llegado a cumplirse, por lo que «lo han pasado muy mal». También recuerdan que han llegado a presenciar el asesinato de otra mujer como medida de coacción para que se dejen prostituir.

Sobre todo, extranjeras

Si estas personas deciden quedarse a vivir en España, necesitan ser reconocidas y amparadas como víctimas de trata, para lo que resulta fundamental su colaboración con la Policía en la identificación de la red que ha traficado con ellas, según señalan desde Las Adoratrices. De este modo, María Mateo y Esmeralda Pino explican que, en el caso de la trata, la mayoría de las mujeres a las que atienden son extranjeras y recuerdan que este tráfico puede tener distintas finalidades. En el caso de la explotación laboral «encontramos, sobre todo, a mujeres rumanas y sus propios maridos son los tratantes», comentan, aunque también se da la sexual (que afecta a la mayoría de las víctimas que atienden), los matrimonios forzados, la trata destinada a la mendicidad y a los tráficos de drogas y de órganos. En el caso de esta última modalidad, narran una experiencia reciente que afectó a una de las jóvenes a las que han ayudado: Unos explotadores hicieron que la chica se quedara embarazada para poder traficar con los órganos de su bebé cuando naciera la niña pero, gracias al apoyo recibido, esta mujer se encuentra hoy en su país con su familia y ha logrado rehacer su vida llegando a casarse.

Las Adoratrices tienen en Córdoba una casa de acogida y tres pisos con capacidad para 16 mujeres y sus hijos, y en la actualidad todas sus plazas están ocupadas. De estas personas, siete son víctimas de trata con fines de explotación sexual, aunque el perfil de las mujeres con las que trabajan es de embarazadas o madres con hijos a su cargo que se encuentran en alguna situación de vulnerabilidad, son víctimas de violencia de género o de trata, o son prostitutas. Desde esta congregación subrayan que, «gracias a la colaboración ciudadana» dotan a estas familias de lo que necesitan e insisten en que cada vez que realizan un llamamiento «la gente se vuelca».