Cualquier Robinson Crusoe de la política que se hubiera asomado por la Plaza de Colón en la nubosa mañana del domingo podría haber creído que allí se estaba celebrando el segundo Mundial de la Roja. Esta vez sin Iniesta, pero con una tripleta atacante demoledora y ansiosa por perforar la desguarnecida meta de Pedro Sánchez. Nada más y nada menos que el trío de la agresiva delantera del Derecha Española CF, un club fundado recientemente bajo la consigna de barrer a Sánchez de la Moncloa antes de que la patria salte por los aires a manos de los independentistas catalanes.

Allí estaban Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal envueltos en miles de banderas rojigualdas para meterle al okupa de la portería gubernamental un gol por la escuadra en nombre de PP, Ciudadanos y Vox. Eso sí, con la inestimable ayuda de un VAR controlado por miles de manifestantes dispuestos a sancionar los fueras de juego del líder del PSOE. Entre esos árbitros por un día predominaban los varones de más o menos avanzada edad, gente veterana que dejó claro su hartazgo con eslóganes como «Viva la Policía, la Guardia Civil y la bandera nacional», «No queremos relatores», «Viva la Constitución», «Okupa dimisión» y «Cataluña es España».

Un speaker parecido al que en los campos de fútbol calienta el ambiente arengaba a las masas con lemas y cánticos un tanto forzados. Como el célebre Delilah de Tom Jones, cuya letra tuvo que sufrir una inopinada transmutación al castellano para ajustarla al espíritu de la convocatoria: «My-my-my, Es-pa-ña». Tampoco se salvó del plagio el bueno de Serrat, acostumbrado ya a que su eufórico Hoy puede ser un gran día valga lo mismo para un roto que para un descosido. Entre esos concentrados estaban Juan Carlos y Gloria, un matrimonio de abogados a los que los «vaivenes» de Sánchez han acabado arrastrando hacia la plaza de Colón. Para los dos era su segunda manifestación, después de haberse estrenado con la del 11-M. Almas gemelas tanto en lo sentimental como en lo político, simpatizan con Ciudadanos y tienen la sensación de que no podían faltar a esta cita porque la unidad de España «está en peligro».

«Me he decidido a venir por la incertidumbre en la que estamos con un Gobierno que hoy dice blanco y mañana, negro. Me siento indefenso frente a los independentistas, que intentan imponer el criterio de unos pocos a la mayoría», confesaba Juan Carlos. Gloria está «indignada» con Sánchez, al que acusó de «afán de protagonismo» y de estar «engañando a todos» para seguir en la Moncloa. «Le están haciendo chantaje y está cediendo», denunció la procuradora. Mientras tanto, el recalcitrante animador encontró un hueco para avisar de que algo impactante se aproximaba. «¡Y ahora nos vamos a emocionar con el himno!», tronó. En la franja más joven estaba Ignacio, un economista de 28 años simpatizante de Vox harto de «las cesiones al separatismo». «Sánchez es rehén de quien le apoya y por mucho que diga que ha roto va a tener que seguir cediendo», auguraba antes de mostrar su «confianza en la justicia» con vistas al juicio del procés. «Creo que los jueces son más o menos independientes y no van a ceder al Gobierno o a los separatistas». Aunque tengan la misma raíz, Ignacio tenía claro que no es lo mismo independiente que independentista.