En cuestión de querer que sus grandes hitos estuvieran protegidos y reconocidos universalmente, España empezó tarde. Porque si la Unesco planteó un sistema para preservar estos lugares excepcionales en 1972, que comenzó a ser efectivo tras la convención del 13 de febrero de 1976 en Senegal, España no se adhirió a ella hasta 1982 y solo dos años después presentó sus primeras candidaturas. Ahora bien... entró con toda la artillería, dispuesta a igualar al único país que aún tiene más hitos que España como Patrimonio de la Humanidad: Italia. Así, el 2 de noviembre de 1984 en Buenos Aires (Argentina), se acordó la inscripción de nueve monumentos españoles en la lista de la Unesco: la Alhambra y el Generalife (Granada), la Catedral de Burgos, el Monasterio y Sitio de El Escorial; el Parque Güell, El Palacio Güell y la Casa Milà, en Barcelona, y la Mezquita de Córdoba.

No había una idea clara por entonces de las consecuencias que aquella primera declaración de la Unesco tendría para Córdoba, un nombramiento que, hay que recordarlo, impulsó con auténtica fe la Asociación de Amigos de Córdoba. Sin embargo, sí se hablaba de un primer efecto tangible: el Gobierno español se comprometió a destinar 150 millones de pesetas al monumento a lo largo de 1985. Y un dato relevante de aquella primera presentación española, que sería también trascendente para Córdoba en el futuro: se rechazaron los expedientes de las Cuevas de Altamira, el Acueducto de Segovia, el Prerrománico Asturiano y el Monasterio de San Domingo de Silos. Un aviso para navegantes. De hecho, y por ejemplo, el Gobierno ya solo presenta un candidato al año.

Pero volviendo al caso de la Asociación de Amigos de Córdoba, el colectivo en principio no solo quería un reconocimiento para la Mezquita-Catedral. Su primer planteamiento fue pedirlo para todo el Casco Histórico de la ciudad, las 315 hectáreas de suelo ocupado desde la edad media, desde Puerta Nueva hasta Puerta de Gallegos y desde Ronda de los Tejares hasta el río. Aquella candidatura no se presentó en toda su extensión, pero la idea no se abandonó y, en el último mandato de Herminio Trigo como alcalde, el concejal Juan Carlos Hens impulsó el expediente para 50 hectáreas del casco histórico del entorno de la Mezquita.

En este caso, fue en Tailandia donde la Unesco aprobó el expediente el 17 de diciembre de 1994, que es la fecha en la que se firmó el acta oficialmente al terminar la convención, aunque Diario CÓRDOBA ya informó de ello un día antes con un amplio despliegue, el 15 de diciembre, que fue cuando se supo el resultado de la votación.

IMPACTO PARA EL CASCO / Aquel nombramiento (que en realidad no lo es, porque formalmente se trata de una extensión del reconocimiento que ya tenía la Mezquita) sí que tuvo un fuerte impacto y no pasó desapercibido a nivel institucional y popular, por ejemplo, con un Alcázar Viejo que hizo de la noticia una fiesta vecinal. La primera consecuencia fue crear el Libro blanco del casco histórico que echaría a andar una multitud de proyectos (con más o menos recorrido) que desde entonces ha tenido esta zona protegida de la ciudad. Los compañeros de viaje españoles que también entraron en 1994 en la lista de la Unesco fueron el barrio del Albaicín y Doñana.

Sin embargo, quizá el nombramiento que mayor repercusión popular y promocional, incluso de autoestima para los cordobeses, fue el del 6 de diciembre del 2012 (fecha de votación) de la Fiesta de los Patios como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. En plena crisis económica y del desánimo por el fracaso (junio del 2011) de la candidatura de Córdoba a Capital Cultural Europea 2016, la Unesco, en París, inyectaba orgullo y esperanza a Córdoba, más aún sabiendo que aquel expediente se había quedado sobre la mesa en un primer intento. El impacto fue inmediato y, como preveían los expertos, ya al año siguiente las visitas aumentaron un 30%.

Y DE REBOTE... / Capítulo aparte, no se pueden olvidar otros dos nombramiento previos (ambos en Nairobi, el 16 de noviembre del 2010) de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en los que Córdoba es más que partícipe. Primero, la Dieta Mediterránea como elemento no solo gastronómico o antropológico, sino también cultural y de cohesión social, cuya candidatura presentaron conjuntamente España, Grecia, Italia y Marruecos. En segundo término, el flamenco, una propuesta de España con el apoyo de Andalucía, Extremadura y Murcia. Por cierto, el expediente había sido rechazado 5 años antes, pero al final se reconoció un arte en el que Córdoba es referente cuando no protagonista. Basta recordar, y es solo un ejemplo, que la primera Noche Blanca del Flamenco (21 de junio del 2008) tuvo lugar en Córdoba año y medio antes de la declaración de la Unesco.