En esta hora doliente en que la cultura y Córdoba lloran la muerte del querido Pablo García Baena es una buena ocasión para evocar su trayectoria vital y literaria, a modo de recuento de sus glorias y méritos, aunque sean demasiado copiosos como para resumirlos en un artículo retrospectivo, ensombrecido por el dolor. Pero lo intentaré, hilvanando un tríptico a vuela pluma sobre los libros, los premios y los honores o distinciones.

Los libros

A partir de sus veinticinco años, en la posguerra gris, Pablo García Baena va dando a la imprenta los libros que configuran su universo poético. El primero, Rumor oculto (1946), donde «octubre junto al río/bañaba los racimos dorados de la tarde». Dos años después, como separata de la revista Cántico, aparece Mientras cantan los pájaros (1948), donde «la melancolía y la pasión contenida inician un recorrido que no abandonará nunca», al decir de Antonio Rodríguez. Otros dos años tarda en llegar Antiguo muchacho (1950), bajo la marca Adonais, libro que despierta en Guillermo Carnero, descubridor y exaltador de Cántico, su interés por el grupo. Siete años se demora Junio (1957), del que el propio autor confesaría que es «el paganismo y el triunfo de la carne», exultante pasión que tiene su inmediata penitencia en Óleo (1958), que representa «la cuaresma del arrepentimiento».

Se abre una época de silencio editorial -aunque no de trabajo, pues según confesión del poeta, «nunca dejé de escribir»-, que se rompe doce años más tarde con Almoneda (1971), serie de «doce viejos sonetos de ocasión». Siete años dura ahora el silencio hasta que aparece Antes que el tiempo acabe (1978), elegíaca evocación de la vida, considerado por algunos teóricos su gran libro de madurez.

A fuego lento se fragua la buena poesía, no hay prisa, y doce años tarda en alumbrar Fieles guirnaldas fugitivas (1990), tras cuya lectura proclama Garrido Moraga que «García Baena es uno de los más grandes poetas españoles y, sin duda, el primero en su estética». Aquí se abre uno de sus silencios más largos hasta la aparición de Los Campos Elíseos (2006), que toma el título de la calle malagueña donde vivió, libro en el que Luis Antonio de Villena percibe que «el mundo de Pablo García Baena brilla en cuajada plenitud».

A esa decena de poemarios memorables hay que añadir las repetidas antologías, desde la más temprana, preparada por el Ayuntamiento de Bujalance en 1959, hasta la Poesía completa (1940-2008), preparada para Visor por Luis Antonio de Villena, quien considera a Pablo como «un poeta mago que transmuta en metal precioso cuanto toca», es decir, un rey Midas del verso. Sin olvidar la recopilación de sus Poemas 1946-1961, editada por el Ateneo de Málaga en 1975, ni las antologías Recogimiento: poesía 1940-2000 (2000), del Ayuntamiento de Málaga; El nocturno azahar y la melancolía (2006), de Renacimiento, y Esplendor de la belleza (2013), del Ayuntamiento de Granada. En 2015 la editorial Cátedra publica una excelente antología poética dirigida por el profesor Felipe Muriel bajo el título Mientras cantan los pájaros, tomado de su segundo libro, publicado en 1948.

La prosa preciosista de Pablo queda injustamente eclipsada por su obra poética, pero merece también lugar destacado en este apresurado recuento de libros paulinos obras como Lectivo (1984), Calendario (1992), Los libros, los poetas, las celebraciones, el olvido (1995) o Córdoba (2007), a menudo recopilaciones de textos diversos escritos para libros colectivos, prólogos, presentaciones, pregones y otras intervenciones públicas.

En 2009 Manuel Romero cifraba en 63 los libros de Pablo, incluidas segundas ediciones y reediciones, cifra que seguiría creciendo. Al reciente libro colectivo La Navidad en Córdoba (Almuzara, Foro Osio y Fundación Bodegas Campos) Pablo aportó dos colaboraciones, quizá lo último publicado de él, una de ellas sobre la gastronomía navideña.

Los premios

No frecuenta Pablo los concursos literarios, quizás por la desilusión sufrida al concurrir en 1947 al Adonais sin obtenerlo. Así que las distinciones a su obra son casi siempre premios mayores concedidos por instituciones en la madurez de su vida. El primero de resonancia internacional es el Príncipe de Asturias de las Letras, otorgado en junio de 1984 -en vísperas de cumplir los 63 años- «por su perseverancia en el cultivo de una actitud estética independiente y por su influencia en las nuevas corrientes de la poesía española», según valora un jurado que descarta entre los candidatos a Cela y Goytisolo. El premio abre «un camino a la esperanza y a la ilusión para seguir trabajando», según propia confesión del poeta.

Veinticuatro años después llega el segundo premio mayor, el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, otorgado en mayo de 2008, que reconoce el valor literario de su obra como «una aportación relevante» al patrimonio cultural iberoamericano y español. El jurado Luis Antonio de Villena considera a García Baena «un gran poeta del idioma, muy estilista», por lo que fue silenciado cuando dominaba en España la poesía social. El premio, convocado por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca, se lo entrega la Reina Sofía en el Palacio de la Zarzuela y deja como recuerdo la primorosa antología Rama fiel.

Cuatro años más tarde, en octubre de 2012, el Ayuntamiento de Granada le concede el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, cuyo jurado destaca la sensualidad de sus versos y la reivindicación de una mayor exigencia formal y estética de la poesía «en sintonía con la Generación del 27 y especialmente con Luis Cernuda». Al recogerlo meses más tarde en Granada confiesa Pablo que «solamente por el título emociona y para mí es importantísimo», ya que «Lorca es parte de mi vida, si escribo poesía se lo debo a haber leído desde muy joven a este escritor». Córdoba y Granada y sus poetas Góngora y Lorca protagonizan su discurso, que finaliza con estos versos de un antiguo poema de su libro Óleo: «Aguas vivas cayendo/desde generalifes de luna a Federico».

Además de esos tres premios señeros, García Baena cosecha otros muchos galardones literarios. Así, en marzo de 2007 obtiene el Premio Andalucía de la Crítica de poesía por Los Campos Elíseos, cuyo jurado destaca la «belleza de la arquitectura de sus poemas y la gran maestría en el desarrollo de su obra». El último lo recibe en abril de 2015 en el Alcázar de los Reyes Cristianos, y es el Premio de las Letras Andaluzas Elio Antonio de Nebrija, concedido por la Asociación Colegial de Escritores de España, sección de Andalucía. «Tengo más años que labor literaria», dice entonces Pablo desde su modestia al tiempo que anuncia estar trabajando en un nuevo libro, aunque duda si le daría tiempo a ultimarlo, pues «trabajo lentamente», confiesa.

Los honores

No hay frontera nítida entre los premios literarios y los honores que le distinguen por sus reconocidos méritos literarios, pero ambas nociones son como vasos comunicantes, pues sin su talla poética no hubiesen llegado las distinciones. Sin duda, las más importantes desde el punto de vista sentimental es el reconocimiento como Hijo Predilecto de Córdoba y Medalla de Oro de la Ciudad, otorgadas por el Ayuntamiento y entregadas por el alcalde Julio Anguita en mayo de 1984, en un Salón de los Mosaicos abarrotado de amigos, entre ellos el Duque de Alba Jesús Aguirre, que glosa sus merecimientos; unos méritos que el poeta no reconoce, pues «mi obra es breve, ligera, desnuda, como un agua secreta entre juncos, un rumor oculto», dice. «Pero si lo que se premia en mí es el amor desatinado a la ciudad de Córdoba, en esto no cedo el puesto a nadie». En ocasión tan emotiva no olvida a sus compañeros de Cántico, con quienes desea compartir la distinción.

Esta distinción filial ensancha su frontera geográfica en 1988, al ser proclamado por la Comunidad Autónoma Hijo Predilecto de Andalucía.

La misma Junta de Andalucía, a través de su Consejería de Cultura, le dedica en enero de 2004, a los 83 años del poeta, un homenaje bajo el ocurrente título Casi un centenario, con el que «queremos darle las gracias por toda una vida dedicada a la poesía», como dice la consejera Carmen Calvo.

Luis Antonio de Villena abre el ciclo con una conferencia y reclama para Pablo un homenaje a nivel nacional. La celebración, que se extiende también a Málaga, comprende lecturas de poemas y proyección de algunas de sus películas más queridas. El homenaje deja como recuerdo un cuidado libro, Casi un centenario, con textos críticos sobre su obra, una antología paulina y la ofrenda poética de muchos amigos.

En noviembre de 2009 se le dedica en el Instituto Góngora un Congreso Internacional bautizado con el título de su primer libro, Rumor oculto, dirigido por Celia Fernández y Pedro Ruiz Pérez, en el que una decena de especialistas analizan, desde el rigor y la admiración, al poeta allí presente, su obra, inseparable de su vida, trabajos reunidos por la editorial Renacimiento en el libro Pablo García Baena: misterio y precisión (2014), imprescindible para estudiosos.

Coincidiendo con el congreso, la Casa Góngora acoge una exposición del mismo título, Rumor oculto, en la que el poeta abre su alma a través de objetos, documentos y fotografías personales, cuyo contenido pervive en un cuidado libro-catálogo. Es la mejor forma de celebrar los 25 años del Premio Príncipe de Asturias y la Medalla de Oro de Córdoba.

En septiembre de 2013, la décima edición de Cosmopoética se abre con un homenaje al poeta en la sala Orive bajo el cariñoso título «Querido Pablo», a quien dedica una emocionada exaltación el crítico Antonio Garrido Moraga, que le considera «el poeta más grande en lengua española» del momento, pues su obra, «exacta en la palabra, espléndida en el ritmo, desbordante en las imágenes, íntima siempre», es ajena a las modas y enlaza con «la gran tradición lírica hispánica». No deja de ser una distinción singular del Instituto Cervantes que, en mayo de 2015, Pablo deposite en su Caja de las Letras el «pequeño legado de un poeta de provincias», como le llama, que incluye escritos originales, libros, fotografías y recuerdos familiares, que permanecerán custodiados y ocultos durante cincuenta años, una especia de testamento literario. La entrega se solemniza con una tertulia y homenaje de amigos poetas.

Otro honores que jalonan la carrera literaria de García Baena son el premio Córdoba 2000 otorgado por la asociación homónima en 1987; Cordobés del Año, apartado Cultura, concedido por el Diario CÓRDOBA en febrero de 1991; Averroes de Oro entregado por la asociación cultural de este nombre en 2004; la Medalla de Oro del Ateneo de Córdoba en 2008, arropada con un libro homenaje de sus amigos poetas, No todo será humo, año en que la malagueña Real Academia de Bellas Artes de San Telmo le entrega su Medalla de Honor, candidatura defendida por María Victoria Atencia, que destaca la grandeza del poeta y la categoría de su obra. «Yo ya soy académico de honor de la de Córdoba y Málaga no se va a quedar atrás en estas cosas», bromea el poeta.

Homenaje íntimo es la colocación en su casa natal de la calle Parras de una placa alusiva, ocasión en que el poeta manifiesta con sutil ironía que «la casa es más vieja que yo, pero se conserva más joven».

Entre los muchos títulos que Pablo García Baena atesora el más curioso, sin duda, es el de Duende del Bejarano, otorgado por Acción Ecologista Guadalquivir en 2007 por la labor de Cántico en la difusión de los valores de la Sierra.

Relevantes son las distinciones universitarias que Pablo cosechó en los últimos años en forma de investiduras como doctos honoris causa. La primera en abril del pasado año en la Universidad de Salamanca, apadrinado por Juan Antonio González Iglesias, quien destacó que su poesía «establece un vínculo vivo y directo entre los poetas de 27 y los que son estudiantes ahora mismo». La segunda investidura acaeció el pasado 27 de octubre en nuestra Facultad de Filosofía y Letras, en que, apadrinado por la profesora María Rosal, la Universidad de Córdoba le honró con tan alta distinción, ocasión en que el poeta anunció que tenía un nuevo libro en el horizonte.