Cuando las primeras esterillas cayeron al suelo, un aplauso espontáneo nació entre los seguidores. No faltan estos días palmas en la ciudad deportiva ni bolígrafos ni camisetas sobre las que firmar. La mañana fue calurosa y el sol daba en la cara. Los futbolistas salían a contraluz en las fotografías; a los aficionados no les importó, pero sí a los fotógrafos, que no pudieron colocarse en la banda que pedían para realizar mejor su trabajo, ante la prohibición del club.

Antes de estirar, los futbolistas del Córdoba tuvieron el detalle de devolver el aplauso. No se arrimaron demasiado, pero sí reaccionaron ante cada cántico. Bouzón no podía disimular su sonrisa cuando corearon su nombre. Estaba sentado y alzó el brazo; lo mantuvo en señal de victoria durante seis segundos.

El entreno fue suave. "Ya se trata de mantener lo que tienes, no vas a ganar nada", argumentaba Ferrer, que tras la sesión se quedó jugando en el césped con su hijo. Un pequeño banco servía de línea de separación entre la afición y los jugadores. Unos amigos de Garai esperaban detrás para recibirlo. El futbolista, ya fuera del terreno de juego, camino de los coches, se extrañó de que no se acercaran a él. "Es que no podemos pasar de aquí", se resignaban. El vasco cogió a un bebé en brazos y los ojos se le iluminaron; se estaba preparando: en unos meses será padre.

Una nueva generación estaba allí presente sin ser consciente de lo que puede estar por venir, como Unai, de solo cuatro meses, al que su abuela alzaba justo detrás de la portería. "Mejor que os echéis a un lado, no sea que me desvíe", bromeaba el preparador de porteros, Jorge Ramírez, que de vez en cuando ponía en aprietos a sus guardametas con lanzamientos complicados. "¡Este ya está haciendo la convocatoria!", exclamaba el risueño Saizar.

Los jugadores tardaron en alcanzar sus coches. Varios grupos de jóvenes se querían fotografiar con cada uno de ellos. Los muchachos sostenían una bufanda del Córdoba. Xisco y Abel posaban encantados. Cuando les propusieron que sostuvieran la bufanda, un empleado del club lo evitó, ante la extrañeza de los aficionados. "¿Por qué no pueden los jugadores tocar su bufanda?". Y continuaron las fotos, pero ya sin bufandas.