En la entrada de Marroquíes 6, unos azulejos en la pared recuerdan las veces que este patio ha sido premiado dentro del concurso municipal, y queda poco espacio por rellenar. Desde finales de los ochenta, este recinto ha sido laureado de manera recurrente. Las razones le sobran, sin desmerecer al resto de patios que bien podrían también obtener alguno de los premios del certamen. La espectacularidad de las flores, cuidadas durante todo el año con sumo mimo por sus responsables, es común en los 50 patios que hasta el 19 de mayo pueden visitarse de manera gratuita, algo que, sin duda, ha permitido que esta fiesta sea uno de los principales reclamos, si no el principal, del mayo cordobés.

En el caso de Marroquíes 6, su singularidad reside en que está compuesto por calles, a modo de pequeño pueblo, repletas de una ornamentación floral que ayer era alabada por el numeroso público que desde antes incluso de que abriera sus puertas, a las once de la mañana, ya esperaba para acceder a su interior. La belleza del entorno no es flor de un día, nunca mejor dicho. Hay una veintena de inquilinos en las 19 viviendas que están habitadas, de un total de 23 casas. «Durante todo el año, cada uno suele ocuparse de su fachada y del entorno de su calle», indica María Ángeles Arquero, una de las cuidadoras y vecina del patio. No obstante, cuando se acerca el momento del concurso, son cuatro las personas que están dedicadas a que todo esté a punto. «Aquí todos aportamos», desde Pepa, que tiene 80 años, hasta los más jóvenes. ¿Existe relevo generacional a la hora de mantener esta tradición tan arraigada en la tierra pero que precisa de tanto esmero y sacrificio por parte de sus cuidadores? María Ángeles no lo tiene claro y apunta que el mantener los patios con la imagen con la que estos días se asoman al mundo no es fácil. Hay que conocer muy bien cada especie y sus necesidades. Esta vecina, que tiene un taller de jabones naturales en el mismo recinto, se refiere, por ejemplo, a la sombra de la plaga mariposa, que provoca que la mitad de los geranios se pierda cuando llega la época estival. «Hay que estar siempre pendiente», afirma María Ángeles, quien también habla del alto coste que supone mantener las flores y plantas en su estado óptimo. De este modo, recuerda que la mayor parte de los 3.000 euros del primer premio en arquitectura antigua que recibieron el año pasado, se fue para pintar todo el recinto, y el resto, que no llegó a 1.000 euros, para comprar plantas, tiestos, abonos, tierra... Eso sí, el esfuerzo merece la pena, «sobre todo cuando la gente que viene a visitarnos te dice lo bonito que está todo». Ayer, se lo dijeran o no a los vecinos, ese el comentario entre todos los que recorrían a media mañana el patio. La enorme buganvilla que preside una de las calles fue, sin duda, una de las protagonistas en todas las fotografías que ayer inundaron la cuenta de instagram de muchos.