«El Carnaval es crítica, cultura, poesía, música y color, el Carnaval no se puede definir con palabras, hay que vivirlo». Así de rotundo se mostraba ayer José Polonio, el portavoz de la Asociación Carnavalesca de Córdoba que, disfrazado de trovador junto al resto de componentes de El modernito del 13, participó en la cabalgata de ayer. La última cita de una edición marcada, según su testimonio, por la participación creciente de los cordobeses. «El hecho de estar en el Teatro Góngora no ha restado público y el desfile no hay más que verlo, la gente está entregada, estamos muy contentos», aseguró. De lo que no quiso hablar mucho fue del botellón. «El desmadre que se forme no lo podemos controlar nosotros», dijo sincero. «Nosotros salimos para cantar y que la gente lo pase bien», apuntó.

A pocos metros, los integrantes de la chirigota ganadora de este año, Con la iglesia habéis topado, de Pozoblanco, regalaban letrillas entre los asistentes mientras se hacían fotos, flotando aún en «la nube» en la que dicen que están viviendo desde que se enteraron que habían ganado. De fondo, Los mayas repetían su estribillo: «Te arreglamos lo que haga falta, lo que haga falta, lo que haga falta». Animados, los asistentes se movían al ritmo de las tres batucadas invitadas este año, una cordobesa, la escuela de samba Samborejo y dos extremeñas. Especialmente simpática la asociación cultural Danzarines Emeritenses de Mérida, que contagió al público con su música y sus estrambóticos atuendos. Un lujo, contar con ellos en Córdoba.

Luz, color y buen tiempo sirvieron para que la última jornada de fiesta carnavalera luciera por todo lo alto, haciendo disfrutar a niños, mayores y muy mayores. Todos encontraron su hueco tanto a bordo de las cuatro carrozas, como en el trenecito o en los forillos que acompañan a las agrupaciones. Mucha guasa y mucha risa para despedir un carnaval que cada vez parece más costeado en los trajes y más ingenioso en cuanto a las letrillas de las coplas. Y para escenificar la quema del dios Momo en la plaza de La Corredera, esa representación que sirve para dejar en punto muerto al bichito del carnaval hasta el año que viene.