«Hemos querido tener aquí a aquellos parlamentarios que estuvieron en las Cortes Constituyentes para rendirles el homenaje que les debemos los cordobeses a los que trabajaron y votaron ese texto constitucional. No debemos perder la memoria; ellos tuvieron altura de miras, sentido de Estado, generosidad, capacidad de renuncia y pusieron el bien común por encima del bien de cada uno de sus partidos. Ojalá esos valores en clave siglo XXI vuelvan a la política, porque los echamos mucho de menos». Así expresó la subdelegada del Gobierno, Rafaela Valenzuela, el sentido del homenaje a cinco de los 11 diputados y senadores cordobeses que formaron parte de las Cortes tras las elecciones generales de 1977. Carmelo Casaño, que fue diputado por UCD, se definió como «la vieja guardia» y admitió que «tenemos la mejor Constitución que ha tenido España a lo largo de su historia, la que se llamó la Constitución de la concordia». Casaño expresó su deseo de que «en estos momentos, en los que se ve una cierta resurrección de las dos Españas, esto quede en nada, porque le han costado mucho dolor a lo largo de su historia». También Manuel Gracia, que fuera senador del PSOE, mostró su esperanza en que «el frentismo, el cainismo y el revanchismo no siga avanzando» porque «hay que buscar lo que nos une y no lo que nos separa».

José Javier Rodríguez Alcaide, diputado de UCD, recordó su experiencia académica en EEUU, Reino Unido o Francia y señaló cómo ya, antes de la muerte de Franco, «los vientos de fuera de España eran favorables para que el país recuperase la democracia». Ahora, recomendó a los jóvenes que «huelan también los vientos del exterior» para «no cometer errores». Otro parlamentario constituyente, Rafael Vallejo, recordó «la gran emoción» de unos años en que «se trabajó con mucho diálogo e interés por encontrar el mejor futuro para España y acabar con los enfrentamientos y dificultades para conseguir una democracia». Finalmente, el que fuera diputado socialista, Emilio Fernández Cruz, histórico dirigente de UGT Córdoba, subrayó el papel jugado por el movimiento obrero para «defender» la Constitución de 1978, pues fue «la clase trabajadora» la más beneficiada, con el reconocimiento de los sindicatos.