Pocas veces con motivo de un acto de entrega de unos premios se hablará tanto de otras cosas que no sean... los propios premiados. Sin embargo, las circunstancias así lo requieren y eran los propios galardonados los primeros conscientes ayer de que el concurso que habían ganado consistía en más que un certamen.

Es más: el que el concurso haya sido todo un símbolo en la recta final de las aspiraciones de Medina Azahara para ser declarada Patrimonio de la Humanidad no hará sino añadirle más valor a sus obras, si no económico, sí espiritual y, sobre todo, dentro de la pequeña-gran historia de la ciudad.

De hecho, los propios artistas, cuando recogieron los tres premios del certamen, dieron cuenta mejor que nadie de ese aspecto espiritual que posiblemente no se juzgará en la asamblea general de Baréin, pero que ya hace a Medina Azahara patrimonio universal. «Las posibilidades que da el yacimiento son infinitas», dijo José Luis Romero, segundo accésit del certamen, al referirse a la ciudad palatina. De hecho, fue el más espiritual de los cuadros ganadores con El ciprés, una obra que se centra en un solitario árbol en el conjunto arqueológico que «vuelve a dar vida a lo que tuvo vida».

Ciprés, cielo y arcos

Por su parte, Camilo Huéscar destacaba respecto a su obra Panorámica cómo optó por un paisaje a la vez vivo e histórico conjugándolo con un cielo especialísimo de luces y nubes que reinaban sobre Córdoba el día del concurso, el 9 de junio. Por cierto, y es un misterio para los poco iniciados: ¿cómo son capaces los acuarelistas de sacarle tanta luz del sol a tan húmeda técnica? Y no se ha quedado atrás el ganador del certamen, Cristóbal León, al jugar con dos arcos para conmover al espectador.

En resumen, que los artistas dieron una visión de Medina Azahara y de los valores que tiene para ser patrimonio universal que muchas veces las palabras no pueden aportar. Aunque a veces tampoco los discursos se quedan atrás y también transmiten toda la espiritualidad del mundo, como el arranque de la intervención del consejero de Cultura, Miguel Ángel Vázquez, cuando elogió el acto de entrega de premios por su sensillez, «lo entrañable y simbólico» del mismo y por celebrarse «en un marco majesuoso» y en un día con un calor que «acentúa el carácter andaluz» de la cita.

También la exdelegada de Cultura Rafaela Valenzuela, en su intervención en nombre del jurado, habló de un valor del que ahora Medina Azahara es un emblema: el ser motivo de orgullo para la comunidad y un elemento identitario, como en su día fue aquella exposición El esplendor de los Omeyas, que hasta llegó a acercar por primera vez a muchos cordobeses al monumento.

Y es que (qué paradoja) aunque tenemos un bien cordobés Patrimonio Inmaterial de la Humanidad como es la Fiesta de los Patios y otros dos compartidos, el flamenco y la dieta mediterránea, no deja de ser una ironía lo concreto que es un bello patio, un buen cante y un contundente plato cordobés, y, sin embargo... ¡Cuánto de inmaterial hay en Medina Azahara en estos días!