Antonio Gala, el escritor mordaz que siempre fue experto lanzador de dardos disfrazados de palabras, dejó ayer escapar ante el público de Córdoba su versión más humana. Rodeado de autoridades, amigos y cordobeses, se desprendió de toda máscara para mostrarse tal cual, al desnudo, convirtiéndose así en protagonista indiscutible de la que, sin duda, era su noche. Aunque la muerte fue el tema más repetido en sus intervenciones, y a pesar de que el tono del homenaje destilaba aires de despedida, el autor se resistió a escenificar el papel de hombre derrotado para representar el de un hombre con el humor intacto. Después de aguantar estoicamente, con mirada escéptica, la interminable letanía de halagos y merecimientos (eso sí, dedicados siempre desde el cariño) del presidente de la Asociación Colegiada de Escritores de España, José García; de la presidenta de la Diputación, María Luisa Ceballos; del consejero de Cultura, Paulino Plata; del vocal de la asociación, Manuel Gahete, y del alcalde, José Antonio Nieto, que por cierto asumió el papel de "conductor" del acto, y tras escuchar los versos de uno de los alumnos de su fundación, Cristian Alcaraz, Antonio Gala tomó la palabra. Y sin escatimar en genio y figura, el escritor inició su discurso confesando que no se había enterado "absolutamente de nada" y pidiendo a todos los intervinientes los papeles de los discursos para leerlos en casa. "Os doy las gracias porque imagino que habréis dicho cosas bonitas de mí, pero desde donde estaba no he podido oír nada de nada". A partir de ahí, el hombre estuvo sembrado, hay que decirlo así, arrancando risas y aplausos espontáneos al respetable, entre el que se encontraba el periodista Jesús Quintero y en el que también se echó en falta más presencia de literatos andaluces. Como si la poesía de la que se ha alimentado tantos años le diera vida, su figura cansada resucitó como por arte de magia al leer en voz alta poemas de su libro Testamento andaluz , uno por cada provincia andaluza, salvo Córdoba, a la que dedicó tres. Tan familiarizado parecía con la muerte (le acompaña a todas partes un médico, según explicó a la prensa, "por si me desplomo"), que llegó a compartir con el público dónde quiere que reposen sus cenizas. Todo ello, sin resultar macabro. Ahora solo cabe llevarle la contraria y cambiar aquel ¡Viva Andalucía viva! que él gritó hace años, por un ¡Viva Antonio Gala vivo!