Juan Rivera es director del IES Gran Capitán, el centro que estos días ha sido señalado tras conocerse la sentencia del TSJA que condena a la Junta de Andalucía a indemnizar a un exalumno que sufrió acoso hace trece años.

-¿Conocía el caso de Lorenzo?

-No. Yo llevo cinco años como director del instituto, desde el 2014, y desde el 2005 ha habido dos directores más. Cuando eso ocurrió ni siquiera estaba aquí, como la mayoría de los profesores, porque muchos ya se han jubilado, esto me ha pillado totalmente de sorpresa. Además, ocurrió en un primero de la ESO y, por lo que he leído, fue al inicio del curso, así que no es una cosa que haya perdurado.

-¿Cómo se enteró?

-Lo supe el jueves nada más llegar al centro por el conserje, que estaba leyendo el Diario CÓRDOBA y me lo enseñó. Poco después empezaron a llegarme mensajes de conocidos preguntándome qué había pasado, como si fuera un caso reciente. A pesar de que se explica bien que ocurrió hace trece años, ha habido mucho revuelo y confusión entre los alumnos y en las redes sociales.

-Esto demuestra quizás que hay un déficit de lectura comprensiva.

-Sí, está claro que hay gente que se queda con los titulares y no avanza mucho más.

-¿Piensan aprovechar la ocasión para hacer una sesión informativa en el centro y tratar de paso el tema del acoso?

-Por supuesto, esto se tratará en las tutorías semanales porque los propios alumnos serán los primeros en sacar el tema, ahí se resolverán las dudas y les recomendaremos que lean bien (bromea). En cuanto al acoso escolar, todos los años se aborda en la comisión de convivencia.

-En su opinión, ¿el acoso escolar es una realidad en las aulas?

-El acoso existe, por eso se puso en marcha en el 2011 un protocolo específico y cuando se detecta cualquier indicio, se activa. El protocolo pasa por entrevistar a todos los alumnos, ya sean acosados o presuntos acosadores, llamar a los padres, realizar un informe de orientación y otro del equipo educativo. En los años que llevamos, por suerte, cuando se ha activado, no ha pasado de la primera fase. Hoy día estamos muy pendientes y hay muchos elementos que muestran que el ambiente del centro no es para nada conflictivo, la realidad actual está muy alejada de ese tipo de comportamientos. Tenemos jornadas de recepción para padres y alumnos al inicio del curso, organizamos actividades de integración de alumnos con discapacidad, nuestros alumnos LGTB han formado a alumnos y profesores de otros institutos y hay planes de convivencia positiva desde hace años. Contamos con una comisión que controla el carnet que entregamos a cada alumno con 10 puntos. Esos puntos se pierden por mal comportamiento y se recuperan con buena actitud. La gran mayoría de los chavales llegan a fin de curso con el 100%, pero siempre hay cuatro o cinco que los pierden todos, como debe ocurrir en cualquier instituto. Hay también alumnos mediadores que, ante un conflicto, actúan para fomentar la comunicación entre iguales. En un instituto con 1.300 alumnos, lógicamente, puede haber alguna historia disruptiva, pero una cosa es que se dé y otra, que no se actúe.

-Las víctimas de acoso reclaman la empatía del profesorado. ¿Cómo se fomenta eso en su centro?

-Tenemos la figura del cotutor, un profesor que de forma voluntaria se encarga de los alumnos con más problemas y les hace seguimiento en una tutoría individualizada.

-¿La presencia en el mismo centro de alumnos de 12 años junto a otros que de 18 años complica la convivencia?

-Está claro que es un factor a tener en cuenta, como la dificultad que se da para determinar cuándo hay acoso y cuándo estamos ante un hecho puntual, por eso hay que cumplir el protocolo a rajatabla. Y luego está el uso generalizado del móvil. Los móviles están prohibidos en los centros, pero hay quien hace un mal uso del móvil, y eso es sancionable. Yo diría que lo que está creciendo más es el ciberacoso, sobre todo por las redes sociales, cuyo control escapa al propio centro.