Las parejas cordobesas contraen matrimonio de media a los 32 años, según los últimos datos difundidos por el Instituto Nacional de Estadística, que recoge asimismo que esa edad está ligeramente por debajo tanto de la media andaluza (32,9 años) como de la española (33,7 años). Esta edad del casamiento de las parejas cordobesas ha ido avanzando con el paso de los años, puesto que hace tres décadas, en 1985, la edad media para contraer matrimonio en la provincia de Córdoba estaba en 25,7 años, cifra similar a la que se contemplaba en el resto de la comunidad autónoma y en España.

Esta evolución ha sido constante desde que se manejan datos, aunque en las décadas de los setenta y ochenta el ritmo de retraso era mucho más lento que actualmente, manteniéndose dicha edad media en torno a los 25 años. Fue a partir de la década de los noventa cuando el retraso conyugal empezó a incrementarse. Así se puede ver que en cinco años, entre 1990 y 1995, ya se había pasado de los 26,2 años para contraer matrimonio a los 27. Una década después, la cifra había ascendido ya hasta los 29,1. En aquel año 2005 la edad media en España ya se situaba en los 30,5 años. A nivel nacional, la evolución de los últimos diez años recoge que la edad media para contraer matrimonio se ha retrasado en dos (ahora está en 33,7).

PERDIDA DE RELEVANCIA// Esta evolución, muy relacionada también con la edad media en la que las mujeres tienen su primer hijo, que también ha ido retrasándose considerablemente, tiene, según Manuel Trujillo, responsable de estadística del Instituto de Estudios Sociológicos de Andalucía (IESA), varias explicaciones. La primera es que el hecho del matrimonio ha perdido relevancia. Es decir, ya no es una prioridad ni un objetivo en sí mismo en la vida de las personas. Además, indica, existe un fenómeno perfectamente constatable que es el de que cada vez son más las uniones de hecho que existen y que optan por no pasar por la vicaría (o el juzgado) para mantener su relación de forma estable; y otros que apuestan por el matrimonio tras varios años de vida en pareja e incluso después de tener ya hijos.

Pero hay otro de los motivos fundamentales para el retraso de establecimiento de un hogar y es el que radica en los proyectos vitales de los cónyuges, relacionados con su profesión y su estabilidad laboral y económica. Es decir, cada vez son más las personas que posponen su vida en pareja, o su matrimonio, hasta poder contar con una estabilidad laboral o profesional que garantice cierta solidez a la familia.

Así, los largos procesos universitarios o de formación (con grados, postgrado y oposiciones en muchos casos) no facilitan el establecimiento de una familia. Otra causa, muy relacionada con la anterior, es la de la precariedad laboral. El hecho de que los trabajos no ofrezcan en la actualidad ni seguridad en el tiempo ni retribuciones acordes con las expectativas de los jóvenes también impide la puesta en marcha del proyecto familiar, porque en este aspecto juega un papel fundamental el hecho de no tener facilidad de acceso a la vivienda.

«Los jóvenes hoy en día tienen en cuenta todos estos detalles antes de crear una familia, si no tienen un trabajo más o menos estable y una solvencia económica pues no pueden fijarse en el matrimonio o en la unión de pareja como objetivo, y ello también afecta -insiste Trujillo- a la hora de plantearse tener hijos».