En el mundo real no hay solo personas gitanas, hay de todo. ¿Tendría sentido un colegio solo de personas negras o solo de inmigrantes? Pues eso es lo que está ocurriendo». La comunidad gitana puso ayer el foco en los efectos nocivos de la segregación escolar de las personas gitanas que se practica en determinados centros de Córdoba, donde el porcentaje de alumnos que pertenecen a este colectivo llega a alcanzar el 100%. Es el caso del colegio Albolafia, situado en la calle Motril, que ayer fue escenario de uno de los actos reivindicativos organizados con motivo de la celebración del Día Internacional del Pueblo Gitano, que se celebra el próximo 8 de abril.

La presidenta de la asociación Kamira, Carmen Santiago, visitó este colegio junto al Defensor del Pueblo, Francisco Fernández Marugán, para exigir medidas urgentes que eviten esta forma de marginación, derivada de la segregación escolar, que genera centros gueto, donde, aseguran, los alumnos perciben una realidad sesgada. La educación de estos menores se ve condicionada, según explicaron, desde que son niños y continúa cuando acaban Primaria, ya que estos centros están adscritos al mismo instituto, lo que perpetúa la situación.

En este caso, salvo excepciones, todos los niños del Albolafia cursarán Secundaria en el instituto Guadalquivir, que tiene un 70% de población gitana, lo que impide a los alumnos cursar estudios en contacto con otras realidades más plurales, según indicó Santiago. La presidenta de Kamira, abogada de profesión, recordó que ya hay sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos y otros organismos internacionales que ya han condenado la segregación escolar. En la misma línea, Fernández Marugán instó a las instituciones educativas a adoptar medidas que impidan la creación de esta forma de guetos «y proporcionar a todos los alumnos un futuro esperanzador». El mecanismo por el que se crean este tipo de guetos, según Carmen Santiago, es un proceso de discriminación indirecta. «Hay centros que reciben a empiezan a recibir a alumnado gitano porque son más abiertos o tienen comedor, aula matinal... y poco a poco se va concentrando más población gitana y muchos no gitanos se van yendo». Para evitarlo, considera que hay que tomar conciencia primero de la situación y después reforzar estos colegios para que no se queden atrás sino que sean referentes educativos que atraigan a alumnado diverso o evitar la adscripción única de estos centros a un solo instituto.

Pero ¿cuáles son los efectos de ese aislamiento social? Según Carmen González, el abandono escolar prematuro alcanza en estos centros hasta el 80%. Un informe de la Fundación Secretariado Gitano vincula la exclusión social con las elevadas tasas de fracaso y abandono escolar. El estudio indica que más de la mitad de los adolescentes gitanos abandonan los estudios, en algún momento de su vida, sobre todo en segundo de la ESO, a los 16 años. Los motivos son variados aunque influye mucho la falta de motivación. Una vez abandonan el entorno escolar, la mayoría nunca retoma sus estudios si bien los que se incorporan suelen hacerlo en torno a los 20 años, cuando se dan cuenta de que tienen carencias que impiden su empleabilidad. Este informe señala que el 63% de los jóvenes gitanos completan la educación Primaria pero solo un 25% obtiene el graduado en ESO. Estos datos difieren mucho de la población en general, donde el 47% de los jóvenes tienen el título de la ESO, evidenciando así la brecha educativa existente.

El estudio alerta además de las altas tasas de absentismo escolar que se dan en la población gitana y la escasa asistencia a actividades extraescolares, algo que influye directamente en los resultados académicos de estos menores o adolescentes. Según Carmen Santiago, «los colegios deben ser centros abiertos y plurales donde convivan todas las etnias para evitar los efectos que produce esta forma de segregación educativa que priva a muchas generaciones de niños de una educación en igualdad de condiciones». La asociación Kamira no solo señala a las instituciones educativas, también llama a la población gitana a tomar mayor conciencia sobre la importancia de la educación para el futuro de sus hijos.