Hace doce años que a la cordobesa Inmaculada Secilla Sánchez le diagnosticaron cáncer de mama. La historia de esta enfermedad se volvía a repetir en su familia, ya que a esa misma dolencia se tuvo que enfrentar su madre y su bisabuela materna. Pero este cáncer, que es el más frecuente en la mujer en España y en Córdoba, no solo se ha limitado a estos tres casos en su familia. Actualmente, tres personas con las que guarda cercano parentesco (una hermana de ella y dos primas hermanas por parte de madre) están en distintas fases de abordaje y tratamiento de esta patología. Por fortuna, Inmaculada superó la enfermedad y su madre, Rosa Sánchez, que fue diagnosticada en 1986, murió 23 años después de aquello, pero no fue por el cáncer, sino por un ictus.

Por prevención y por encontrarse en un grupo de riesgo de sufrir cáncer de mama al contar con antecedentes familiares directos de la enfermedad, Inmaculada venía realizándose mamografías anuales desde los 40 años. «Cuanto tenía 44 años me noté un bulto en un pecho. Fui al ginecólogo y me dijo que era una mama inflamada. Pero como seguía igual fui otra vez al médico. Me indicó que me hiciera una ecografía y ahí fue donde se apreció que tenía un tumor que medía unos 8 centímetros», relata. «La enfermedad me la diagnosticó un radiólogo y también el cirujano que me operó en el hospital Cruz Roja. Para los tratamientos de quimioterapia me fui al hospital San Juan de Dios, porque tengo seguro privado y podía elegir ir allí, y la radioterapia la recibí en el hospital Provincial del Reina Sofía. Primero comencé con la quimio, después me quitaron los ganglios de la axila, debido a mis antecedentes familiares, y después me tuve que someter a 40 sesiones de radioterapia», recuerda.

«Durante la radioterapia se me quemó un poco el pecho y se me quedó una herida grande. En mi caso, no hizo falta reconstrucción, porque con la quimioterapia el tumor se redujo del todo. A los cinco años te dan el alta porque hasta entonces has superado la enfermedad, pero yo me realizo anualmente citología, mamografía, ecografía y una analítica específica. Animo a las mujeres que, a partir de los 40 años, no escatimen en destinar un dinero en hacerse una mamografía al año, porque es gratuito por la sanidad pública únicamente entre los 50 y los 69 años. Es un dinero bien empleado para ganar tiempo de vida, ya que en el caso de que se detecte precozmente el cáncer de mama, la evolución será más positiva y existen más posibilidades de supervivencia», indica. «Las mujeres no debemos tener pudor en realizarnos autoexploraciones para comprobar si nos encontramos algo raro en el pecho, porque preferible es consultar por algo que luego no es nada que obviar lo que puede ser el inicio de un problema de salud», destaca.

Sacar fuerzas

«Mi madre empezó con un dolor en el brazo. El tumor lo tenía en la axila y de allí se le pasó al pecho. Cuando supe que yo estaba enferma de lo mismo que ella, lo pasé mal porque mis hijos eran pequeños y porque sabía que a mi madre le iba a afectar mucho. Yo había pasado mucho cuando mi madre enfermó, ya que le dejó secuelas en los brazos. Ahora existe una mayor sensibilidad con el cáncer, pero de forma casi inevitable hay personas que lo relacionan con muerte y no te tratan igual cuando enfermas. La quimioterapia me dejaba fatal, pero cuando me recuperaba sacaba fuerzas de donde podía y me iba con mi madre a la calle», expone. «Mi marido fue un gran apoyo para mí en el tiempo que sufrí cáncer, sobre todo durante los efectos de la quimioterapia. También me ayudaron mucho mis padres y mis hermanas. Conservo amistades de cuando iba a los tratamientos de quimioterapia y ahora tengo amigas que están pasando por este cáncer. A estas amigas y a mis familiares las animo y les deseo que pronto se encuentren bien como yo», añade.