No es lo mismo un cofrade de toda la vida, de esos que empiezan a preparar el capirote con la Cuaresma, que se mete en política, que aquellos políticos que encuentran en la Semana Santa una plataforma excelente para dejarse ver. El solapamiento de la campaña de las generales con la semana de pasión llevó a algunos a plantearse la cancelación de actos políticos esos días con la excusa de no mezclar ambas citas. Pero la tentación es grande y muchos cofrades temen ya una procesión, pero de políticos.

El ejemplo está en Málaga, donde los últimos años la presencia de líderes de todos los colores difuminó el carácter religioso del desembarco del Cristo de Mena a hombros de la Legión, uno de los momentos más multitudinarios del Jueves Santo. Este año, la cofradía se ha curado en salud pidiendo a Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal, que no acudan al traslado de la imagen a su trono, como tenían previsto, porque «la inminencia de las elecciones puede hacer que casi sea un acto preelectoral». Finalmente, los tres han optado por no ir para evitar suspicacias.

En Castilla y León también las cofradías han pedido mesura para que las procesiones no sean herramienta de campaña. Casado tiene previsto desembarcar hoy con la caravana electoral del PP en Ávila para tomar parte en la estación de penitencia con su Hermandad de los Estudiantes, de la que ya fue nazareno en años anteriores.

En el otro lado están los políticos capillitas, que llevan años participando de forma activa y cuyos conciudadanos están más que acostumbrados a verlos rodeados de cirios. Es el caso de Daniel Pérez, candidato del PSOE a la alcaldía de Málaga y que cada Lunes Santo saca a hombros al Cautivo. O de Pablo Montesinos, cabeza de lista del PP por Málaga, que no falta ningún Jueves Santo al Nazareno de Viñeros. Por su parte, Miguel Garaulet, candidato de Cs al Congreso por Murcia, tampoco traicionará su cita con la Virgen de la Esperanza.

Todos confiesan vivir la tradición combinando la representación institucional como invitados por las cofradías con su disfrute más personal, mezclados con el resto de fieles. Montesinos y Garaulet señalan que aprovecharán para conocer las procesiones de las plazas donde tengan actos, aunque la agenda de esta primera semana será mucho más liviana. Eso sí, a ninguno se les escapa que haya quien pueda entender que quien acude no es el cofrade, sino el político. Ellos consideran legítimo que, si han acudido en años anteriores, repitan este. «No habrá competición para ver quién hace más toque de campana para iniciar el paso de los tronos», subrayan los malagueños.

Pese a su fervor, el momento político se impone y ninguno quisiera verse en la tesitura de cambiar un triunfo seguro en los comicios por mal tiempo durante la procesión. «Nos meteremos en la Iglesia, echaremos unos rezos y ya procesionaremos el año que viene», explica Montesinos dejando claras sus preferencias. «Si llueve, es porque Él [Dios] quiere mojarse, mayor dolor sería no salir de diputado porque creo en mi proyecto», apunta Garaulet. «Espero que no se den ninguna de las dos condiciones», zanja Pérez.