Francisco Pérez, de la academia Ariete, distingue dos tipos de opositores: el que sabe a qué quiere opositar, como los que se presentan a la Policía Nacional y Guardia Civil, «que muchos son por vocación» y saben que tienen que pasar pruebas duras, y «los que buscan una alternativa laboral en el empleo público, que es un empleo estable a largo plazo». Luego están los que se inscriben en la academia de forma impulsiva y abandonan en el primer trimestre y los que se lo toman en serio. Para este preparador de oposiciones, «en un año es difícil sacar una oposición, como mínimo son dos o tres años de estudio», a una media de tres o cuatro horas todos los días. Para Emilia Madueño, de Alcántara, el perfil del opositor es el de «personas de unos 40 años que con la crisis han visto peligrar su puesto de trabajo, o gente recién licenciada que ve las oposiciones como una salida y un puesto fijo».

Un caso curioso es el de Lorenzo Peinazo, un maestro de Infantil que pidió una excedencia voluntaria para trabajar en la academia que abrió su mujer, Ibemo Oposiciones, y al que le va bastante bien. Ya tiene 200 alumnas para este año para prepararse las oposiciones de Infantil y ha contratado preparadores de Primaria y Secundaria, ya que este año hay «muy buenas perspectivas», dice. Para él, hay dos claves para motivar a los alumnos a opositar: por un lado, el baremo de la plaza en experiencia docente, que era de 5 y ahora es de 7, con lo que es importante para los interinos que quieren consolidar su plaza; y por otro, el acuerdo al que han llegado las comunidades autónomas para convocar oposiciones al mismo tiempo. Así, los años pares, como el 2018, se convocarán en Secundaria, y los impares en Infantil y Primaria. Además, «el número de plazas ofertadas es mayor».