La ciudadanía marcó el ritmo. La manifestación que ayer rindió homenaje en Barcelona a las víctimas de los atentados del pasado 17 de agosto en la capital catalana y en Cambrils clamó contra el terror de forma pacífica, sin tensiones, pese a los intentos de algunos sectores políticos por tratar de capitalizarla y de hacérsela suya. Claramente diferenciados de las autoridades, un grupo de 75 ciudadanos anónimos (personal de los servicios de emergencias, agentes de las fuerzas de seguridad y comerciantes y vecinos de la Rambla que atendieron a los afectados en un primer momento) encabezaron la marcha, a la que se sumaron medio millón de personas, según los cálculos de la Guardia Urbana.

Hubo muchas esteladas con un crespón negro -como había pedido la Asamblea Nacional Catalana (ANC) por las redes sociales unas horas antes de la marcha- y algunas banderas constitucionales españolas -distribuidas in situ por Sociedad Civil Catalana-. Hubo sonoros silbidos y abucheos al Rey y al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, allá por donde pasaban. Y rotundos aplausos a los bomberos, a los Mossos d’Esquadra, a los agentes de la Guardia Urbana, a los sanitarios del SEM, a medida que iban tomando posiciones tras la gran pancarta del No tinc por (No tenemos miedo) que abrió la manifestación.

La ciudadanía exhibió también muchas rosas (70.000, repartidas por el ayuntamiento) de los colores de la bandera de la ciudad: rojas, blancas y amarillas. «Las flores sí, pero no entendemos qué hace aquí esta gente con tanta bandera, hoy no se trata de esto», protestaban unas señoras cargadas de ramos, que acababan de recoger de manos de los voluntarios que las repartían gratuitamente. Al acabar el recorrido, muchas de esas rosas fueron a parar, en señal de agradecimiento, a manos de mossos, urbanos, bomberos. O se colocaron sobre los parabrisas de ambulancias y furgones policiales.

Atentos a las consignas, muchos participantes se vistieron de azul, el color del Mediterráneo, para demostrar que Barcelona, además de no tener miedo, es una ciudad solidaria. «Estamos aquí más de 300 entidades y oenegés, que trabajamos con inmigrantes, para decir que aquí tampoco cabe la islamofobia», clamaban Mari Àngels y Nawal.

Y la ciudadanía, soberana, decidió también, de manera espontánea, que aunque oficialmente la manifestación debía terminar en la plaza de Cataluña, el lugar donde se hicieron los discursos, oficiosamente el punto final de la marcha sería el memorial que se ha improvisado en la Rambla sobre el mosaico de Joan Miró, en el lugar donde paró su mortal recorrido la furgoneta blanca de los terroristas. Hasta ese punto siguieron caminando miles de personas, casi por inercia, proclamando el No tinc por, después de las intervenciones de la actriz Rosa Maria Sardà y la activista social Míriam Hatibi en la plaza de Cataluña.

Con citas a García Lorca y Josep Maria de Sagarra, las dos mujeres rindieron un sentido tributo a la Rambla. «Si su ideología [la de los terroristas] es la muerte, la nuestra es una apuesta decidida por la vida», proclamó la actriz. Los violonchelistas Peter Thiemman y Guillem Gràcia interpretaron El Cant dels Ocells de Pau Casals.

PITOS AL REY Y RAJOY/ Si las banderas pusieron una nota de discordia en la marcha ciudadana (la alcaldesa Ada Colau había pedido antes de la manifestación que la gente se abstuviera de llevarlas para hacer bien visible la unidad), lo que más encendió los ánimos -y lo que centró los comentarios posteriores de los políticos- fueron los abucheos al Rey. También contra Felipe VI (y Mariano Rajoy) iban dirigidas un buen número de pancartas que los señalaban como corresponsables del tráfico de armas.

El presidente Puigdemont pidió que no se «magnifiquen» los pitos al Rey, sino que se valore el «clamor» por la paz. «La libertad de expresión está por encima de todo. Y la gente se ha expresado con libertad, con convivencia y con paz», arguyó. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, recordó que las pitadas «son legítimas en democracia». El secretario general de Podemos, Pablo Iglesias, y el líder de En Comú Podem, Xavier Domènech, también hablaron de «libertad de expresión».

Opiniones muy distintas fueron las que expresaron el presidente del PPC, Xavier García Albiol, que acusó al independentismo de convertir la protesta en un «aquelarre», y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien aseguró que «unos pocos maleducados no pueden manchar el nombre de Barcelona».

Además del Rey (era la primera vez que Felipe VI acudía a un acto así desde que es Monarca) y Rajoy, asistieron varios ministros y consejeros, y todos los presidentes autonómicos y líderes de partidos, y el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero.