Son muchas las horas que pasan en el hospital los pacientes que reciben quimioterapia u otros tratamientos. Por eso, la cordobesa María Luisa Martín Castañeda se llevaba los apuntes del ciclo medio que estaba estudiando al Hospital Provincial del Reina Sofía cuando le tocaba la quimio y aprovechaba ese rato para darle otro empujón a los estudios que empezó antes de saber que había recaído de un cáncer que ya creía superado. María Luisa, vecina del Campo de la Verdad de 51 años, tuvo que enfrentarse hace poco más de 10 años a un cáncer de mama. «Me diagnosticaron ese cáncer en el 2007. Me operaron y recibí tratamientos de quimioterapia. Luego, con posterioridad me reconstruyeron el pecho y fui pasando las revisiones de forma positiva», señala.

«Para poder contribuir a la economía familiar y también porque tengo muchas ganas de trabajar en alguna labor relacionada con la sanidad, comencé a estudiar un ciclo de grado medio de técnico en cuidados auxiliares de enfermería en el IES La Fuensanta», relata.

«En el 2013, cuando estaba a punto de acabar el primero de los dos años del ciclo, supe que había sufrido una recaída en el cáncer y que presentaba metástasis ósea. Pero decidí seguir adelante con los estudios. Incluso el día que recibí el diagnóstico de que el cáncer había vuelto a mi vida me fui para el instituto porque tenía un examen. Lógicamente, no lo aprobé, pero estudiar me ha servido de estímulo en los duros momentos que se pasan cuando se está combatiendo un cáncer», narra María Luisa.

Consecuencias

«Estos segundos tratamientos fueron más fuertes que los del primer cáncer, con muchos efectos secundarios. Me notaba mucho dolor en la cintura y esto era síntoma de que tenía metástasis ósea y algunos ganglios afectados. Cuando me pongo a pensar todo lo que he vivido en los últimos años, me doy cuenta de que fui muy fuerte, pues conocer un segundo diagnóstico de cáncer y aprobar todos los exámenes antes del verano para poder así afrontar después la quimioterapia no fue fácil. Recibí el respaldo de los profesores y de mis compañeras, que me dejaban los apuntes cuando algún día faltaba. También fue de gran apoyo la atención psicológica y social que me prestaron profesionales de la AECC en Córdoba», recuerda.

«Me iba a la quimio con los libros y los apuntes para tener la mente ocupada. Aunque bueno, después había veces que tenía más ánimo para estudiar y otras que me concentraba menos. Cuando vas a los tratamientos de quimioterapia te citan a las 8 de la mañana, pero luego puedes permanecer allí hasta las 5 de la tarde o más, sumando que también debes entrar a consulta. Antes de recaer en mi enfermedad, decidí hacer este ciclo de grado medio porque me gustaba mucho el mundo de la sanidad. Aprecio la gran labor que realizan los profesionales que atienden a los pequeños que padecen cáncer en el Reina Sofía y el espíritu de superación de estos pacientes pediátricos, con los que he vivido muchos momentos, pues llevo 10 años de voluntaria de la Asociación Española contra el Cáncer en Córdoba (AECC) en este hospital», apunta. «Ser voluntaria de la AECC me da mucha fortaleza. Pedí estar con los pacientes del Materno Infantil, porque la gran mayoría supera el cáncer y te da fuerzas para seguir adelante. Cuando entras a las habitaciones, los niños te reciben siempre con una sonrisa y hablan de su enfermedad con toda normalidad», añade.

Adversidades

«En la actualidad sigo realizando cursos para acumular puntos y entrar en la bolsa de trabajo del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Tengo dos hijos ya mayores, de 27 y 30 años. El pequeño se ha independizado y el otro continúa viviendo conmigo. Me gustaría poder traer un sueldo a casa, pues durante los años de la crisis, a mi marido, que tenía una empresa de construcción, le dejaron muchas cosas sin pagar y hemos tenido que luchar mucho para remontar y para poder seguir viviendo en nuestro piso, circunstancias adversas a las que sumó mi enfermedad», indica María Luisa.

La metástasis ósea que sufre esta cordobesa está de momento controlada y se ha convertido en una enfermedad crónica, aunque sin cura. A pesar de que María Luisa tiene reconocida una discapacidad del 33% por las secuelas del cáncer, se siente fuerte para ejercer lo más pronto posible como técnico en cuidados auxiliares de enfermería. «Trabajar me ayudaría a sentirme más realizada. Recibo un tratamiento para el cáncer que me inyectan una vez al mes y también morfina para frenar el dolor. También acudo a la unidad del Dolor del Reina Sofía y paso revisiones cada 3 o 4 meses con el doctor Juan de la Haba, especialista en Oncología Médica de este hospital y un médico maravilloso», recalca.