«Hace diez o doce años, en el colegio Albolafia no se podía dar clase, hoy en día, es un ejemplo de convivencia». La realidad del colegio Albolafia, situado en el Sector Sur y con una población gitana que roza el 100%, según su director, Ximo Roig, ha ido evolucionando y adaptándose a las circunstancias. «La clave es que es una comunidad de aprendizaje, lo que significa que aquí se implantan todas las actuaciones educativas de éxito con evidencia científica». En el colegio Albolafia, en horario lectivo, por ejemplo y a diferencia de otros colegios, hay presencia de familiares, oenegés, proffesores de Universidad, voluntarios como los Yayoflautas... que generan todo tipo de actividades, como tertulias literarias, grupos interactivos y formación a familiares. Una de esas experiencias innovadoras está permitiendo que haya mujeres de hasta 70 años de etnia gitana que estén aprendiendo a leer ahora con clases impartidas por maestros y profesores de universidad, algunos ya jubilados.

En este contexto, prima enseñar pautas para resolver los conflictos desde el diálogo y la reflexión. El hándicap al que se enfrenta un centro pionero como este es que se trata de un gueto. Según el director del colegio, que antes ha trabajado en otros centros como el Gloria Fuertes, «esto nos obliga a trabajar en hábitos básicos vinculados a las familias que viven en extrema pobreza y que aquí se dan en un porcentaje mucho más elevado que en el resto de colegios, donde la integración de los alumnos es más efectiva», señala Ximo Roig, cuya finalidad es «empoderar a los niños académicamente».

El hecho de que esté considerado como un colegio «de gitanos» hace que la matrícula se haya reducido al máximo. «Solo tenemos dos solicitudes de tres años para el próximo curso», explica el director, que presume de contar con un grupo de profesoras «muy motivado».