Martina Velarde nació en 1979 en Rota, donde pasó su infancia y adolescencia. Desde pequeña, tuvo interés por «los casos difíciles» y muy pronto en casa vieron su talento «como abogada de pobres», lo que le ayudó a elegir profesión sin mucho esfuerzo. Le puede la injusticia y tiene especial interés por el derecho laboral. Con 17 años se fue a estudiar Derecho a la Universidad de Granada, ciudad donde también cursó un Experto y Máster en prácticas jurídicas y luego el CAP, para poder ejercer la docencia, algo que por ahora no ha hecho. «Estoy trabajando desde los 18 años, me he sacado la carrera trabajando. He sido de todo: administrativa, camarera, azafata...», explica.

Hizo en la capital granadina la pasantía, y se colegió en 2008. Su vinculación a la política es temprana, y llegó a ella a través del activismo social. Fue en las europeas del 2014 cuando en su vida se cruzó con Podemos, «después de ser una huérfana política» hasta ese momento.

En Córdoba lleva viviendo diez años. Llegó por trabajo y para estar más cerca de su familia, y no tiene pensado mudarse. Para ella, esta ciudad es «la gran desconocida», y aprecia, sobre todo, la tranquilidad con la que se vive. En 2015, sin mucha esperanza, presentó su curriculum para trabajar como técnica en el grupo municipal de Ganemos, un trabajo que acabó desempeñando.

Su afición principal es el teatro, al que le ha dedicado tiempo desde los 10 años. En Rota estuvo en una compañía de teatro aficionado y, después en Granada, repitió aventura con la compañía del Colegio de abogados. Aún viviendo ya en Córdoba, Martina iba a Granada para no perder el contacto con su grupo de teatro. Aquí en Córdoba, de momento, no ha podido desarrollar su afición, pero se sigue relacionando con «gente del mundillo». Además del teatro, adora el mar --de vez en cuando va a su Cádiz a buscarlo-- y le gusta leer. En un plano más íntimo, explica que hace campaña por la donación de médula, problema que le toca de cerca. «He visto cómo ha muerto mucha gente por no encontrar donantes», dice.