Sillares de piedra romana se desplomaron ayer por la calle San Fernando por causas aún por determinar calle San Fernando. La muralla de la ciudad, un elemento arquitectónico que la ha definido desde tiempos remotos y que fue construida inicialmente en el siglo II AC, hace ya 23 siglos, para rodear y proteger a la medina, lleva siendo soporte de centenares de casas que la han utilizado como pilar sin que durante siglos esto haya generado ningún conflicto arquitectónico importante, más allá de algún desplome puntual.

La misma muralla que experimentó ampliaciones en época omeya en lugares como el arco del Portillo, un arco lleno de historia, de época bajomedieval, que se encuentra muy próximo al lugar donde ocurrió el siniestro de ayer y que fue ideado para conectar la antigua villa con el nuevo contorno de la Axerquía, está rodeado de edificaciones pese al desnivel de cinco metros que existe con la calle inmediatamente posterior y que, según los técnicos, en condiciones normales, se salvaría con un talud, medida inviable precisamente por la presencia de una muralla protegida. Protegida en lo teórico. Los expertos consultados ayer coincidían en que es muy difícil proteger algo que permanece oculto tras los inmuebles durante años y que, cuando queda al descubierto tras el derribo de una casa solo puede ser fuente de problemas, ya que abre un punto débil sobre un muro de contención que a la larga, como ha ocurrido en este caso, puede hacer aguas en esa función medianera que le concedieron quienes decidieron reutilizarla así. Desde el siglo XIX, multitud de inmuebles se han levantado apoyados sobre la muralla que rodea a la ciudad en muchos puntos y en calles como la de San Fernando lo han hecho hasta dejar sepultada su fisionomía original.

El Plan General de Ordenación Urbana del 2001 intentó corregir esta tendencia y estableció la prohibición de que las casas de nueva edifición se pudieran adosar a la muralla, que no fue ideada para tener esa misión de sostén, por lo que desde hace veinte años se hace así, las casas deben levantarse separadas y dejando a la vista y accesible el contorno de la muralla.

Los solares vacíos que dejan tras de sí los derribos de casas en zonas del casco histórico, en medio de hileras de inmuebles como las de esta calle, plantean problemas que podrían estar detrás de derrumbes como el de ayer. También dan sorpresas, como la aparición de un arco a media altura incrustado en el muro. «No se sabe qué puede ser, estaba oculto», explicaban ayer fuentes de Urbanismo, «quizás sea un portillo o una salida de agua, puede ser distintas cosas, hay que investigarlo». La pregunta que sobrevuela en el aire es si el resto de casas están seguras y los vecinos pueden dormir tranquilos. Todos los responsables aseguran que sí.