Sandra Barneda presenta Las hijas del agua (Suma de Letras), su última novela de aventuras y suspense, que es la tercera parte de una tetralogía protagonizada por mujeres y que tiene como unión los cuatro elementos de la naturaleza: aire, tierra, agua y fuego.

-¿Cuáles son los pilares del libro?

-Una Venecia decadente en un contexto europeo entre la Revolución francesa y la reforma posterior, y esas mujeres que decidieron luchar por ellas mismas, después de que Jean-Jacques Rousseau no las incluyera en el contrato social.

-¿Es un homenaje a las mujeres luchadoras?

-Sí, mezclo personajes reales con otros de ficción. Es un homenaje a todas aquellas mujeres que alumbraron el camino de la valentía y tomaron conciencia de que todos somos hijos e hijas del agua. Ellas lucharon para lograr una sociedad y un mundo más justos. Es de justicia que sigamos su estela.

-¿Qué tienen en común esas mujeres con las de la actualidad?

-Las hijas del agua rescata a las mujeres olvidadas para entender dónde nos encontramos hoy, para entender la llamada revolución feminista. Salvando la distancia, hoy vivimos un momento muy reaccionario, pero en un contexto histórico también lo vivieron ellas, que fueron el origen de todo el movimiento feminista.

-¿Por qué ha elegido la Venecia de 1793?

-Me apetecía meterme en esa Venecia de claroscuros, esa Venecia de Carnaval donde se decía que estaban las mujeres más ilustradas de Europa, en esa Venecia del juego, del ocio, de los asesinatos. Es un lugar perfecto para crear una trama de suspense y de aventuras donde las mujeres son las heroínas. Es donde eligieron romper y luchar por ellas mismas a través de hermandades secretas. Luego ya vinieron las sufragistas del siglo XIX, pero la antesala del feminismo son ellas.

-A todos los personajes, ficticios o reales, les une el mismo objetivo.

-Les une el deseo de salir y decidir. Hay una frase de Mary Wollstonecraft (1759-1797), considerada la primera mujer feminista, que lo resume muy bien: «Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas». Otra frase buenísima es la de sor Arcangela Tarabotti (1604-1652), una monja veneciana del siglo XV que define cómo se podía sentir la mujer: «Asesinar a recién nacidos es menor pecado que enterrar vivas a mujeres». Y es que nadie hablaba de aquellas mujeres que eran enterradas en vida, ellas ingresaban en un convento y no salían nunca más.

-¿Qué opinan los hombres que han leído la novela?

-A muchos les gusta, la entienden. No es una novela que va contra el hombre, ya que habla de un contexto histórico en el que existían hombres muy poderosos, pero a la vez admiraban a las mujeres, las protegían y las defendían.

-¿Televisión o literatura?

-Ahora estoy disfrutando de las dos cosas, que además se pueden compaginar muy bien.

-¿Cómo lleva la fama?

-La fama no se puede diseccionar, es como comerse un pastel al que le quitas la nata y el chocolate, y ya no es un pastel. Lo más importante de la fama es digerirla bien.

-Pero a usted le ha costado, al principio era sumamente discreta.

-Ha sido un proceso muy largo. Lo que tengo claro es que no puedo ser libre si no me muestro tal como soy. No expongo mi vida, pero sí que creo que hay que empezar a hablar.

-Imagino que es difícil pasar de-sapercibida con su pareja.

-Sí, era muy complicado, pero de repente se dan las cuadraturas que vende una foto y te están persiguiendo con la cámara. Y es que nos hacen fotos y no me entero. La verdad es que he pillado berrinches, pero no lo puedo evitar.

-¿No le incomoda que su pareja, Nagore Robles, participe como tertuliana en Supervivientes, el programa que usted misma presenta?

-Al principio fue complicado, el rumor estaba en el aire y había gente que lo sabía. Pero creo que, como todo en la vida, lo mejor es asumir las cosas con plena naturalidad. Si vas cohibida, es mucho peor. Decidí tirarme a la piscina y ya está. La verdad es que a ella le han hecho la vida imposible. La gente ha sido injusta al decir que está en el plató por mí, cuando Nagore ya lleva siete años comentando realities y yo tres años. Ahora ya me da igual lo que digan.

-Y la boda, ¿para cuándo?

-A la vista no hay boda. Si en algún momento me caso, se sabrá, pero de momento no hay fecha. Nunca he creído en el matrimonio, pero una vez en la vida puede estar bien.

-¿Y el próximo libro?

-Está en la cabeza. Sé que acabaré la tetralogía con el fuego.