Para celebar su 10º aniversario, 'Salvados' (La Sexta) ha querido huir de un programa de impacto para darle voz a la gente de la calle, quien, en el fondo, es su principal razón de ser;, quien alimenta sus denuncias. Con lo que Jordi Évole ha dado un simbólico descanso a redactores y guionistas, y con la ayuda de un cámara ha visitado lugares de Madrid, Barcelona, Bilbao, Sevilla... donde ha abordado, o se se ha dejado abordar, por personas anónimas que tenían mucho que contar.

Y con todas las historias, el programa ha acabado hablando de precariedad laboral, desigualdades salariales, choques generacionales, pensiones exiguas, indefensión ante la enfermedad y la edad, abuso de las tecnologías, la conciliación familiar, desesperanza/ optimismo ante el futuro, miedo a la reivindicación que deriva en conformismo, solidaridad de todo tipo... Y una frase muy repetida que lo resume todo: "Esto es lo que hay", que ha dado título al programa.

Jordi Évole habla con un par de ciudadanos/ ATRESMEDIA

PENSIONES Y PRÉSTAMOS

Jordi Évole iniciaba su recorrido delante de la Tesorería del Estado, donde una mujer le explicaba su fracaso como emprendedora. Había pedido un préstamo al ICO para montar una tienda y, al quebrar, se hizo taxista: "Cada mes aparto 700 euros de lo que gano para pagar el préstamo", confesaba. Sus hijos han tenido que prescindir de caprichos y estudian gracias a la abuela.

En un mercado de Bilbao, una viuda de 52 años que sufre secuelas de un cáncer le explicaba cómo pasa de largo de la parada del pescado y en la carnicería solo compra pollo. Cobra 422 euros. Con los gastos fijos le quedan 165 euros para comer. "

En una frutería conocía a una pareja de inmigrantes ecuatorianos. Ella trabajó cuidando a un matrimonio que le prestó 20.000 euros sin intereses para montarse el negocio. "La gente de Bilbao me ha dado mucho. A mí me ha tocado la lotería", decía ella.

ESTRECHECES Y MINISALARIOS

"¡Hola, Évole. Soy un desconocido!", le decía un joven al periodista que esperaba en un andén. "¿Esta movida es para que le gente pique?", le soltaba. Se trata de un estudiante de 25 años que mira hasta el último céntimo en sus gastos. Y tiene curiosas reflexiones, como la de que se disfrazan las cosas con buenas palabras: "El 'coworking', por ejemplo, es no tener dinero para una oficina".

En el parque, una señora madurita paseaba a su perro. Se le estaba acabando el paro y, después de meses, ese día justo tendría su primera entrevista de trabajo. Estaba muy nerviosa: "Son 20 horas semanales a 6,50 euros brutos la hora", dice. "Es lo que hay", concluía.

CONFORMISMO Y ACOSO

En un bar, trabajadores del sector naval se daaban con un canto en los dientes por enlazar contratos. "Los veteranos eran más firmes en sus reivindicaciones. La gente ahora no se mueve nada", coincidían. En la barra, una mujer aún joven explicaba que emigró a Seatle en la época del grung y vivió bien. Pero echaba de menos la familia. En el avión leyó sobre qué sueldos había en España. "Y era verdad", se lamentaba.

Dos chicas sevillanas empezaban quejándose del acoso instaurado que sufren las chicas para acabar hablando de la responsabilidad que asumió una ante un padre enfermo de cáncer que la hizo madurar de sopetón: "Soy la misma, pero los muebles han cambiado de diseño", bromeaba.

HIJOS Y FRUSTRACIONES

Un partido de fútbol infantil concentraba a padres con distintas espinitas clavadas. A un padre (con el que empatiza Évole, que va para allá) le dolía el ver cómo sús hijos se hacen mayores: la incomunicación, el choque generacional, el aislamiento que conllevan las tecnologías... Una madre se quejaba de lo difícil que resulta la conciliación laboral y familiar y las renuncias que supone para una mujer. "Rajoy, vale, pero ¿Soraya no es mujer". Tengo grabado cuando volvió a los dos meses de ser madre y dijo que no era malo", decía con amargura.

Una mujer se acercaba a Évole mientras paseaba a su "niño": un perro de 11 años. Ha trabajado 23 años y solo ha cotizado tres. Y ya la ven mayor para trabajar. Pero lee. Lee mucho. Soñó con ser abogada, pero las circunstancias (familiares enfermos) no se lo permitieron. Por eso lee, y lee. "Así me he aprendido a expresar. ¿A que no lo hago tan mal?", le decía a Évole, que la miraba con ternura.

Ponía fin al programa una chirigota que rendía homenaje a los de abajo. "Al pensionista, al fontanero...""Este mundo es de la gente", concluía la canción. Este 'Salvados', al menos, lo ha sido totalmente.